sábado, 15 de octubre de 2022

Ritualitos no tan dulces

Cada día se hace lo que se puede con lo que se siente, que a veces es mucho y a veces cambia.Porque no vamos por la vida con una maleta sellada de emociones que no salen nunca, que no se mueven, que no se ven. Lo que pasa es que tenemos que moderarlas porque de otra forma no podríamos funcionar en el día a día. Pero lo que sentimos está ahí, hondo y bien implantado (qué paradoja que yo escoja ese adjetivo).

Y para hacerle frente y darle sentido a esas emociones y a los misterios de la vida, nos inventamos los rituales: agarramos lo que traemos heredado culturalmente materializado en unos símbolos y lo resignificamos, lo acomodamos en un tiempo y un lugar. Ahora además le tomamos fotos y lo compartimos.

Mi altar cambia constantemente y no es solamente un altar dedicado a mi maternidad, aunque se nutre mucho de ello. Pero jamás lo he concebido como un lugar concluido y estático. Pongo objetos, los quito, los muevo según lo que voy sintiendo. Pero siempre hay una vela que enciendo en memoria de esas almitas pequeñas que encarnaron en mi vientre por unas semanas.


Hoy es 15 de octubre, día de la concientización sobre la muerte gestacional y perinatal. Como lo he hecho durante los últimos 5 años, yo también me uni a la ola de luz y encendí la velita en homenaje a lxs hijxs que se fueron demasiado pronto. A mis almitas pequeñas que me han hecho mamá y que renuevan mi fortaleza cada vez que su recuerdo se vuelve doloroso. Porque sí, es doloroso, no todo el tiempo, pero lo es y mucho. Y también renuevan mi amor y mi ternura cuando su recuerdo es dulce, aunque hoy especialmente me pareció que este tipo de fechas se nos pueden convertir, por la vía del positivismo tóxico y la onda de las redes, en mensajes edulcorados vacíos de sentido. Yo me resisto a ello, me resisto a dotar la experiencia traumática de perder un embarazo o un bebé recién nacido en un "regalo de la vida", "un don precioso", "una oportunidad para ser las madres más fuertes". No, estas experiencias duelen y duelen mucho, no son regalos ni dones ni bendiciones, aunque de ellas aprendamos mucho y salgamos más fuertes. No somos mejores madres ni más "poderosas" por no tener a nuestrxs hijxs con nosotras. Somos madres diferentes y punto, que muy seguramente haremos las cosas diferentes (ojalá mejor) después de pasar por esto, pero no es algo por lo que yo agradecería nunca. 

Agradezco la brevísima existencia de Lucerito y Cielito en mi vida y agradezco que me hicieron madre, pero no puedo agradecer por su partida, por más transformadora que sea, porque no la desearía ni la repetiría nunca. Y quisiera que pensáramos en esos mensajes que compartimos en estas redes. Podemos enaltecer el amor que nos dejan, podemos agradecer su venida a nuestras vidas, podemos atesorar sus enseñanzas, pero entre tanto hay miles de mujeres sufriendo desgarradoramente porque acaban de pasar por esa pérdida y nuestro "dulce" mensaje no necesariamente les conforta. Tal vez el otro año yo misma tenga otra idea al respecto, hoy me salió esta.

Justo después de tomar la foto vi dónde había quedado el reflejo de la llama en el cuadro del fondo... Creo que no es por azar.



lunes, 5 de septiembre de 2022

Continuar el viaje

En los últimos días, varias personas me han preguntado si voy a continuar el tratamiento de reproducción asistida que estoy haciendo para conseguir mi embarazo. La pregunta me parece muy lógica y yo también me lo he preguntado, muchas veces. No resulta, a simple vista, muy fácil de comprender que quiera someterme de nuevo a la medicación, la angustia de la espera por noticias, el riesgo de pasar por otro aborto. Como también es una pregunta que me he hecho a mí misma, hice una lista de las cosas que preferiría no tener que experimentar de nuevo y las que sí quisiera volver a vivir. Luego las puse en una balanza imaginaria para saber qué era más contundente. Y elegí.


Este breve y extraño embarazo de la primera transferencia me trajo como regalo la ternura y la felicidad de saber que era posible. Yo había experimentado esta efímera posibilidad de ser madre cuando gesté a Lucerito, pero esta vez había un reto mayor y todo el tratamiento de la Fertilización In Vitro hace que el embarazo parezca una especie de milagro científico (sí, así de paradójico es esto).

Después de estas semanas he intentado aferrarme a los recuerdos de los días luminosos, antes de la pesadilla que le siguió a esa ecografía sin buenas noticias, sin saco, sin latido, a la angustia de la beta que avanzaba lento, al trauma del legrado de emergencia.

Y agarrándome con todas mis fuerzas de ese sentimiento nostálgico y dulce, he pensado en que no me perdería la posibilidad de experimentar de nuevo el amor y la fascinación que me producía cada imagen, cada procedimiento, cada evidencia de un pequeño cambio en mi cuerpo. Esperar por buenas noticias y orar cada día para que todo estuviera bien, sin poder adelantarme ni adivinar nada, fue una lección durísima de fe y paciencia, pero valió cada minuto por tener unos días de dicha e ilusión.

Descubrir la ternura y la emoción de quienes me rodean me abrigó el alma y me ayudó a sacar fuerzas para continuar creyendo. Ver lágrimas de alegría y sentir el amor de quienes abrazaban y saludaban el tímido vientre que se asomaba era un regalo diario. Fue una noticia feliz para muchas personas y yo me sentía portadora de una gran alegría en momentos inciertos y difíciles. No renunciaría tampoco a ese privilegio a pesar de haberme convertido luego en una fuente de malas noticias, de angustias y de temores.

Yo, que llevo casi diez años transitando esta búsqueda, he tenido tiempo de pensar en nombres, comprar cosas para mi bebé (pueden leer mi entrada anterior "Los objetos tiernos de la dificultad") y hacer planes para el futuro. Pero para la mayoría de mi entorno esto sólo fue posible ahora, que se sintió tan real y tan cercano el milagro de esa vida. Empezaron a tejer mantas y saquitos, compraron "mamelucos", aportaron ideas de nombres, se ofrecieron para hacer un baby shower y consintieron a esta mamá. Si estuviste entre estas personas, por favor no te sientas mal, habrá más oportunidades para hacerlo y me trajiste mucho amor y mucha dicha en su momento, no tengo palabras para agradecerte por eso, sólo quiero pedirte que no te arrepientas porque yo no lo he hecho.


Hay 5 embrioncitos congelados en el laboratorio, esperando por una oportunidad de ser acogidos en un vientre que, no sabemos por qué, ha sido esquivo para las dos pequeñas almas que allí han encarnado antes. Todo el enorme esfuerzo que ha hecho posible la existencia de esos pequeños embriones será honrado con una posibilidad siempre que mi cuerpo y mi salud lo permitan. El dinero se resolverá de alguna forma, el duelo se vivirá las veces que sea necesario (aunque espero que nunca más pase por ello), las dudas y los miedos se aceptarán con amor en cada oportunidad.

A pesar del dolor que ha supuesto recibir malas noticias y tomar las decisiones difíciles que han conducido a dar por terminada la posibilidad de este primer embrioncito, yo elijo la esperanza de volver a sentir las sensaciones y emociones que experimente durante algunas semanas, ojalá por un tiempo mucho más largo y sin este dolor. No me quiero privar de ello por el miedo de volver a pasar por el dolor y el miedo. Quiero volver a experimentar toda esta dicha que mi Cielito lindo ha traído. Este viaje que continúa, les doy la bienvenida.

lunes, 29 de agosto de 2022

Era 29

Las personas hacemos asociaciones muy raras con las fechas y los eventos de nuestras vidas. Es caprichoso lo que elegimos recordar asociado a un día y un mes. También lo que olvidamos. Hoy tuve todo día la sensación de que algo pasaba, que era una fecha "particular". Pero pasaban tantas cosas que no sabía qué era eso que sentía un poco diferente.

Volví al trabajo, ¿sería entonces la sensación de recorrer los pasos de la última vez que estuve allí, en la oficina, con lo traumático de ese día que terminé en la clínica? ¿Reencontrar a las personas que vi aquel día y a las que no supe cómo pedirles ayuda? ¿O contar hoy lo que pasó y hablar de ello? Tantos días intentando llorar para desahogarme y de repente hoy brotaron las lágrimas con una facilidad que me dejó asombrada.

Pero seguía sin entender lo que pasaba más allá de las sensaciones inmediatas. Hasta que revise el calendario al final de la tarde, recorriendo hacia atrás las semanas por una intuición pequeñita. Entonces encontré el 29 de julio... Y luego el 29 de junio. 

El 29 de junio este embrión pequeñito, que llevaban 5 días creciendo en el laboratorio,  fue puesto en mi útero con tanto cuidado, amor y esperanza, que todavía recuerdo vivamente las palabras y las sensaciones de estar día. La ternura circundante, la ilusión que me desbordaba, los gestos de la doctora, de la embrióloga, de las enfermeras. A mí me parecía perfecto y precioso. Mi doctora decidió que tenía pinta rockera. Le pusimos "morita rockera" y así se llamó durante varias semanas. 


El 29 de julio, un mes después, decidí que estaba lista para dejarlo partir. Tenía un poco más de 6 semanas de gestación, pero el día anterior no habíamos encontrado saco gestacional ni embrión en la ecografía, la prueba de embarazo daba todavía un valor inferior al esperado y tampoco aumentaba como debía. No era un embarazo viable y llegaba a su fin este segundo viaje por el "planeta embarazo". Inicialmente sólo era cuestión de suspender la progesterona que lo sostenía hasta entonces y ese sería el fin (con el tiempo la historia fue otra). Pero ese mismo 28 de julio no fui capaz de suspender la progesterona, en parte porque quería sentir la ilusión una noche más, pero también porque era justamente el tercer aniversario de la pérdida gestacional anterior, el día que partió mi Lucerito en 2018. Y no podía con ambos eventos, así que postergué todo hasta el día siguiente. Al despertar el 29, me despedí de mi incipiente pancita y le puse un nombre a ese ser pequeñito que albergaba: Cielito.


Este fue mi 29 de agosto, que termino compartiendo en este texto un poquito de la historia que estos dos meses ha sido mi camino, mi lección, mi prueba. No me duele menos ahora, pero hay un poquito más de sentido en medio de todo esto.

sábado, 13 de agosto de 2022

¿Y si entonces escribo?

Hace un par de días dije (y me dije) que no podía escribir en este blog porque la rabia no me dejaba. Hoy divagué todo el día por la ciudad, hasta sentarme en la cama del apartamento de mi tía, aprovechando su ausencia, y devoré dos libros sobre maternidad e infertilidad¹. Salí de allí pensando en tantas ideas atropelladas al tiempo, se veían poderosas y poéticas en mi mente y lamenté no poder escribirlas en el momento, pero iba por la calle. Caminar me ayudaba a tener más ideas y, al mismo tiempo, me hacía incapaz de detenerme a escribirlas o al menos a grabarlas. Iba pensando en si yo sería capaz algún día de escribir uno de esos libros en primera persona, como los que acababa de leer; pero de inmediato pensé en la tesis, fue como una reacción inmediata de mi mente, me dije a mí misma que con ella había muerto mi capacidad de escribir un texto de largo aliento y mi valentía para someterlo al escrutinio de otros lectores. Regresé a mis pensamientos y entonces me pareció suficiente seguir escribiendo en este blog, así sea de a pocos.

Hace tiempo no caminaba sola de noche. Vengo de semanas de cuidado extremo y reposo en casa, primero para la inseminación artificial, luego para preparar la in vitro, luego para cuidar el primer embrión transferido, con aquella sutil esperanza que fue creciendo día tras día a pesar del escepticismo que me decía a mí misma que debería tener. Luego, cuando supe que no lo había conseguido, me encerré para transitar un aborto suspendido. Cuando quise salir a la luz de nuevo, sólo había rabia afuera y adentro. Desde entonces he cazado peleas en la calle, con desconocidos, y he contenido otras discusiones más cercanas con familia y colegas, porque de aquellas sí podrían surgir consecuencias lamentables. Para evitar los riesgos de esta ciudad en que vivo había evitado la oscuridad de la noche, sabía que podría ponerme en peligro si seguía comprando polémicas con otras personas en la calle.  Todavía no he podido entender de dónde sale toda esta rabia, se supone que estaría triste y lloraría desconsolada, no que buscaría broncas en la calle, la casa y el trabajo. Pero el duelo es un monstruo bien extraño.

Los libros que leí hoy terminaban con lo que podría decirse un "final feliz": en uno directamente se reflexionaba sobre el parto vivido y en el otro se culminaba "en punta" con la prueba de embarazo positiva. El suspenso de estos finales me resultaba extraño, ajeno. Tal vez porque en estos días todavía tengo momentos en los que me suspenso en una especie de universo paralelo en el cual mi embrión se queda aferrado a mi endometrio y el embarazo continúa, viable y feliz. Las pesadillas de la ecografía sin saco gestacional visible, de la beta baja y del aborto detenido por varios días, no han tenido lugar y el vientre siguió creciendo, yo seguí hablando con mi pequeño embrión y toda la gente que estaba feliz y entusiasmada sigue así. Mi madre siguió teniendo el saco verde y yo no he tenido que sostener conversaciones difíciles, sangrar con dolor indecible ni tomar decisiones. Pero siempre, irremediablemente, hay una imagen que me trae de vuelta a la realidad: a veces es un niño o un bebé, a veces un ave pasa volando, a veces simplemente es la lluvia; y me doy cuenta de golpe que está pasando, que ocurrió de nuevo y que puede volver a pasar. 

Tal vez –pensaba hoy mientras leía– un efecto positivo de estos libros sea ese extraño consuelo que produce saber que no eres la única mujer que se ha tenido que plantear los miedos, los dolores y las dificultades de estos caminos empedrados de la maternidad esquiva. Siempre me parece muy cruel hallar alivio en saber que otra mujer también haya tenido dos abortos y luego pueda contar su parto ¿Qué clase de consuelo es ese tan macabro?. Cuando leo en las redes sociales la historia de alguna mujer que ha pasado por 4 rondas de in vitro y 7 pérdidas gestacionales siento que apenas si tengo algo de que "quejarme". Luego soy yo misma la que está tratando de explicar lo difícil que es cada uno de los pasos que he dado y por qué mi duelo debe ser respetado. Descubrir los temores compartidos con estas dos escritoras, en tres lugares diferentes de Latinoamérica, resultó alentador, extrañamente reconfortante. Quizás porque me he convencido, por primera vez en la vida y con ayuda de mis amigas y amigos, del valor que he tenido al tomar este camino; pero cuando el miedo ha llegado me he esforzado por anularlo rápidamente y de repente ya no puedo hacerlo. No habrá manera de seguir intentando hacer posible mi embarazo sin miedo, habrá que reconciliarse con él y conjugar la valentía recién descubierta con la aceptación de la incertidumbre y el terror de otra pérdida, o de varias, o de que jamás consiga lo que anhelo.

Finalmente, pensaba ya llegando a casa, qué era esto que iba a poder escribir más adelante sobre la decisión de caminar esta montaña sin tener una pareja a mi lado. Tal vez contaré del privilegio de redescubrir la amistad a través de lo que está búsqueda ha significado para las amigas (y algunos amigos también) más cercanas. Probablemente tenga entonces la posibilidad de ver los cambios que este proceso ha generado en mi familia, para bien y para mal. Pero el día a día de las implicaciones que tiene esta decisión y lo que significa hacerlo "sola" es algo que recién descubro en su complejidad. Hasta ahora la ausencia de una pareja sólo había supuesto una "dificultad" a sortear para concebir y algunas preguntas que tendría que responder más adelante. Pero desde que empecé los tratamientos de reproducción asistida han surgido reacciones paradójicas que oscilan entre el empoderamiento absoluto, la satisfacción de tener clara mi decisión, el alivio de no tener que conciliar los deseos de otra persona, y la tristeza de no recibir un abrazo reconfortante en la noche, la dificultad de elegir quién me acompaña a las citas, la imposibilidad de compartir los gastos, la soledad en el consultorio cuando recibo malas noticias. Nada de esto me ha hecho siquiera dudar de mi decisión, pero sí me ha confrontado descarnadamente. No tengo aún ni un asomo de arrepentimiento o de desear abandonar la lucha. Sigo convencida y la mayor parte del tiempo la ilusión y la esperanza triunfan sobre el miedo. Sin embargo, los aprendizajes me abruman y me gustaría poderlos procesar mejor, escribirlos, decirlos, ponerlos en palabras para hacerlos más comprensibles. Por ahora no siento que lo logre del todo, pero estas palabras de Isabel Zapata resumen de buena forma el tamaño de los aprendizajes:

Isabel Zapata (In vitro)

¹ Los libros que leí son: In vitro, de Isabel Zapata (Almadía, 2021) y Mientras espero, de Melisa Baró (Metrópolis, 2022)



lunes, 30 de mayo de 2022

A DESIRED MOTHERHOOD PROJECT NEEDS YOUR HELP



We are a group of Olga Marcela Cruz’s friends -our dear Olguita-, who several years ago started a beautiful, rebellious, and tumultuous path: against all odds and expectations she decided to become a single mother by choice. She’s convinced of her decision and of the family model she’s chosen to form, although from the beginning she knows that this is not an easy path.

Those of us who know her, know firsthand that her project can become a tireless struggle. After years of unsuccessfully trying to get pregnant and having gone through a miscarriage, Olguita decided to start an assisted reproduction treatment. In Colombia this type of procedure is not included in the general healthcare system or health insurance services, so for her there is no other way than a private clinic. She chose the Profamilia Fertility Clinic, an entity with a great trajectory in this field, but also recognized in the country for defending and promoting access to sexual and reproductive rights; there she found excellent professionals who have guided and accompanied her throughout the process without judgment or hesitation.

With great physical, emotional, and economic effort, Olguita began the treatment this year. In its first phase she underwent an artificial insemination procedure which was not successful because with low complexity treatments like that, the chances of success are very limited. The next step is the in-vitro fertilization (IVF) which is a slightly more complex procedure. The IVF has several stages: first, Olguita will take high doses of hormones to stimulate her egg production which in turn will be removed on a surgery-like procedure. Then the fertilization is performed in a laboratory and a few days later they will transfer the fertilized eggs to her uterus. Olguita will also need specialized medications to prepare her endometrium so she can sustain the pregnancy. After the procedure, she will need to be under strict medical control and get special care at home.

Although Olguita has a lot of support and a budget to cover the first part of the treatment, she still needs funds to cover all costs. Today we are inviting you to help and raise funds for specialized medications, additional tests, and other expenses, none of which are covered by her health insurance.

Here are the detailed costs:
- Specialized medications: COP $7'500.000
- Additional tests: COP $1'500.000
- Transportation and special care: COP $1'000.000
TOTAL: COP $10'000.000

Looks like a very large figure, but we all together can make it happen! Any donation, any contribution no matter the amount is more than welcome. You can make your donations at:

Bancolombia Savings Account No. 91200988839 in the name of Olga Marcela Cruz
Nequi o Daviplata (Colombia) 3134709095 (Cel number)

We will update through social media about the fundraising status!! Your help will be much appreciated!!

If you want to know more about this story, you can check out her social media and blog (in Spanish):
Instagram and Facebook: @lolatejedoramspe

domingo, 22 de mayo de 2022

UN PROYECTO DE MATERNIDAD DESEADA NECESITA DE TU AYUDA

Mis amigas, que son mi tesoro, crearon esta campaña llena de amorcito 💖💖💖 para apoyarme en este sueño. Si quieren saber más de mi historia y apoyarla, pueden leer y compartir esta nueva entrada llena de esperanza 🌈🌈🌈
Gracias!!! de verdad muchas gracias 🙏🏽🙏🏽🙏🏽


Somos un grupo de amigas de Olga Marcela Cruz —nuestra querida Olguita—, quien hace ya varios años emprendió un bello, rebelde y no menos tumultuoso camino: contra todo pronóstico y designio, contra viento y marea, se ha propuesto ser madre soltera por elección. Ella está convencida de su decisión y del modelo de familia que ha elegido conformar, aunque desde el inicio ha sabido que no es un camino nada fácil.

Quienes la conocemos sabemos de primera mano que su deseo se convertiría pronto en una incansable lucha. Luego de años de intentar quedar embarazada sin éxito y de haber pasado por un aborto espontáneo, Olguita decidió iniciar un tratamiento de reproducción asistida. Pero en Colombia este tipo de procedimientos no está incluido aún en el Plan Obligatorio de Salud ni es cubierto por planes o pólizas médicas especiales, por lo cual no hay otra salida que el sistema privado. Ella eligió la Clínica de Fertilidad de Profamilia, una entidad de gran trayectoria en este ámbito, pero además reconocida por defender y promover el acceso a los derechos sexuales y reproductivos; allí ha encontrado unas excelentes profesionales que le han orientado y acompañado durante todo el proceso sin juicios ni reparos.

Con un gran esfuerzo físico, emocional y económico, Olguita inició este año el tratamiento. En su primera fase, se sometió a un procedimiento de inseminación artificial, pero tampoco fue exitoso. Dado que en tratamientos de baja complejidad como este las probabilidades de éxito son muy limitadas, ahora es necesario recurrir a uno de alta complejidad: la fecundación in vitro (FIV).

La FIV tiene varias etapas. Primero, Olguita requerirá del suministro de altas dosis de hormonas para estimular su producción de óvulos, los cuales se extraerán luego mediante cirugía ambulatoria. La fecundación se realiza en laboratorio y, unos días después, se hace la transferencia al útero. Olguita también deberá recibir medicamentos especializados que preparen su endometrio para alojar y mantener el embarazo. Luego del procedimiento, deberá estar bajo controles médicos estrictos y recibir cuidados especiales en casa.

Si bien Olguita ha recibido mucho apoyo y cuenta con una base económica para cubrir parte del tratamiento, todavía le faltan recursos para cubrir la totalidad de los costos. Hoy queremos invitarte a que le ayudemos con una donación económica destinada a medicamentos especializados, exámenes adicionales y otros gastos, ninguno de los cuales cubre su seguro médico. Los costos detallados son los siguientes:

Medicamentos especializados: $7’500.000
Exámenes adicionales: $1’500.000
Transporte y cuidados especiales: $1’000.000
TOTAL: $10’000.000

Parece una cifra muy grande, pero sabemos que entre todas y todos podemos ayudar. Cualquier donación (¡de veras, cualquier donación!) será mucho más que bienvenida. Puedes realizar tu aporte en cualquier momento a la Cuenta de Ahorros de Bancolombia N.° 91200988839 a nombre de Olga Marcela Cruz, o a Nequi con el celular 3134709095. Te estaremos contando por redes cómo va la colecta. ¡Gracias, gracias, gracias!

Si quieres conocer más de esta historia, puedes consultar mis redes y mi blog:
Instagram y Facebook: @lolatejedoramspe 

domingo, 1 de mayo de 2022

Los objetos tiernos de la dificultad

Les voy a contar la historia de hoy a través de unos objetos, unos muy tiernos. Yo fui guía de museo durante varios años y eso fue lo que aprendí a hacer: escudriñar la historia de cada objeto y contar una historia a través de eso. Como todo ha sido tan bonito, tan triste, tan difícil y tan potente estas últimas semanas, necesito un hilo conductor para describirlo. Me acordé de los objetos tiernos de la dificultad que he venido recopilando por años y les tomé una foto (una muy mala foto, porque la foto es lo de menos), para poder escribir estas líneas a través de ellos.

Desde hace casi 10 años tomé la decisión de ser madre sin pareja, básicamente porque me di cuenta que lo que más anhelaba mi corazón era tener hijos, pero no quería tener una relación ni conformar un hogar con otro adulto. Entonces averigüé muchas opciones, hablé hasta el cansancio con quienes quisieron escucharme, junté las piezas del rompecabezas y tomé la decisión de iniciar la travesía más retadora y más hermosa de mi vida. Pero todo ha sido más difícil de lo que esperaba y el tiempo está pasando. No estoy lista aún para darme por vencida, pero he tenido que encontrar formas para mantener la esperanza. Entonces empecé a comprar cosas, pequeñas cosas escogidas con cuidado y con intención. Cada vez que se presenta una dificultad en el camino compro un pequeño objeto para bebés y ratifico la promesa que me hice a mí misma hace casi 10 años: que haría todo lo que estuviera en mis manos para ser madre.


Este juego de platos, cubiertos y vaso de pollito lo compré al poco tiempo de decidirme, por consejo de María Angélica. Creo que ese día oficializamos el llamarle "Pollito". Habíamos estado hablando de que en ese momento no era posible buscarle, acababa de empezar un doctorado y no iba a tener la beca con la que contaba: era imposible cursar los estudios, trabajar para sostenerme y tener un bebé sola.



Este saquito lo compré en España cuando tuve las primeras dificultades para concebir. Me sentía muy sola estando tan lejos y en medio de algo tan difícil. Pero ver esa prenda tan pequeñita y tan blanca me parecía como mágico, me llenaba de esperanza. Ahora debe sonar muy cursi, pero en su momento fue la prenda más poderosa que haya podido encontrar al otro lado del océano.


Creo que podemos reconocer que tenemos debilidad por las medias y zapatos de bebé. No conozco la primera persona que no crea que son muy tiernos. Estas medas blanquitas venían en un empaque con 2 pares. Las compré cuando regresé a Colombia y me enteré de que tenía síndrome de ovarios poliquísticos y por eso no podía concebir. Fue la primera vez que supe que iba a ser realmente difícil lograrlo. Todo parecía muy complicado en ese momento y me parecieron un lindo símbolo de lo que se veía en mi horizonte: pasitos pequeñitos hasta resolver todo lo que estaba mal. Uno de los dos pares está en la urna que creé cuando perdí mi primer embarazo unos años después, están con los recuerdos de Lucerito, mientras que el otro par me acompaña en el cajón de los demás objetos tiernos de la dificultad.


Esta pequeña camiseta llegó unos días después de sustentar la tesis doctoral. No tiene nada que ver con eso, en apariencia, pero por esa época sabía que el daño emocional que me había causado el proceso de terminar el doctorado iba a tardar un tiempo en sanarse y era imposible cumplir con mi sueño en aquel momento. Cada mes que pasaba con esa sentimiento de no poder avanzar ni hacer nada para lograr mi propósito, compraba una prenda. Fue mi estrategia para superar el duelo por Lucerito y para reparar mi capacidad de ilusionarme en medio de la crisis vital que atravesaba. Hay muchas prendas de diferentes tallas y colores.



Cuando inició la pandemia, alcancé a comprar este jueguito de pañuelos para el cuello. Creo que veía venir los contratiempos y la crisis que eso suponía. Aunque tenía por fin un nuevo trabajo muy prometedor y que me iba a dar un año de tranquilidad y recursos para iniciar de nuevo la búsqueda del embarazo, intuía que los siguientes meses serían complicados y grises. Así lo fueron los siguientes 18 meses.


Cuando por fin pasó la tormenta de la pandemia y empecé a tener de nuevo la posibilidad de, si quiera, pensarlo, acudí a la clínica de fertilidad para reiniciar el viaje. Todo era muy prometedor, excepto porque en los siguientes meses el trabajo se hizo muy complejo y supe que no iba a funcionar en ese momento, tenía que reorganizar mi vida en varios aspectos y cerrar algunos capítulos. Compré estos muñecos y me despedí de la vida académica -por fin- con la promesa de abrirle un nuevo espacio en mi vida al sueño. Pasaron 6 meses más.


Cuando por fin regresé a la clínica, me ordenaron nuevos exámenes. Claro, no podía ser tan fácil: de nuevo malas noticias médicas y otra ronda de semanas de preocupaciones y de ese sentimiento que mezcla la impotencia y la frustración. Durante varios días dormí con esa cobijita en los brazos para sentir que el deseo seguía siendo más fuerte que el miedo y que el dolor.



Este corderito rosado y suave fue el último objeto que llegó a la colección. Lo compre al día siguiente de enterarme que el primer tratamiento de esta nueva etapa no había funcionado. He recibido muchas pruebas de embarazo negativas y todavía duelen intensamente. Ahora el panorama es más complejo, pero todavía hay un panorama. O al menos eso me repito a diario mientras observo y recuento los objetos tiernos de la dificultad. 




 







martes, 29 de marzo de 2022

Carta a mis amigas y amigos

Hola,

Es posible que hace mucho tiempo que no hablemos, o que lo hagamos a diario pero nuestras conversaciones se sientan extrañas. Sé que vernos poco o nada lo hace más difícil y que nuestras charlas son cada vez menos por teléfono y más en el chat. Escribir lo que pasa en nuestro corazón no es fácil y leer entre líneas lo que está sintiendo o pensando la otra persona es muy complicado sin poder mirarse a los ojos.

Han sido semanas y meses extraños. Quizás tienes la idea de que me he alejado, que estoy abstraída en mi mundo y que poco o nada me intereso por tus cosas. Lamento mucho si es así como te sientes y me disculpo de corazón, de verdad quisiera estar más pendiente de ti y escucharte como antes. Pero en este momento tengo mi cuerpo, mi mente y mi corazón totalmente comprometidos en este "proyecto" de buscar la maternidad y es tan difícil y tan demandante que la mayor parte del tiempo a duras penas puedo con eso y con las esferas más básicas de mi vida. Sólo quiero que sepas que te quiero mucho y que me importas.

También entiendo que acompañame es difícil, muy difícil. Creo que muchas veces quieres preguntar o decir algo pero no sabes cómo hacerlo, o te da miedo hacerme daño. Y no puedo siquiera imaginarme lo agotador que debe ser que yo sólo hable del tema, porque probablemente este no es un aspecto central en tu vida, por lo que puede ser muy extraño que para mí sí lo sea. 

Por eso es que quiero decirte:

- Que te entiendo, que te extraño y que lo que haces por mí es suficiente y está bien. Eres la mejor amiga o el mejor amigo que puedes ser.

- Que cuando me hablas con ilusión y ternura del futuro, ayudándome a imaginar que todo sale bien y que mi sueño se cumple, me abrigas el alma y me conmueves profundamente. Soy feliz cuando veo que mi hijo/a trae esperanza y felicidad a otras personas, así sea por ahora "sólo un "proyecto". Háblame sin miedo de ese bebé que imaginas, de los planes que quieres hacer cuando llegue y de cómo sueñas el futuro, me ayuda mucho a mantenerme entusiasmada.

- Que si tienes miedo o te preocupa mi salud física y mental antes, durante y después de el tratamiento y del embarazo, está bien. Necesito que alguien se preocupe y mantenga la guardia en esos temas, porque yo a veces debo hacer caso omiso de esas preocupaciones cuando me llegan. Si no lo hiciera, no podría continuar.

- Que si te aterra la posibilidad de que vuelva a pasar por una pérdida gestacional, es normal. Yo también tengo ese temor a diario, casi todo el tiempo, y lo tendré siempre porque esa es la forma como se transita la maternidad después de haber pasado por esa experiencia. Pero me aferró a la ilusión y, si llega a pasar de nuevo, sé que estarás a mi lado y sobreviviré a ese dolor profundo como ya lo he hecho antes.

- Que si estás embarazada o acabas de ser madre o padre, seguramente sientes que he tenido reacciones ambiguas. Estoy genuinamente feliz por ti pero necesito tiempo y espacio para decidir cómo me relaciono con tu familia mientras la mía se hace posible. A veces me duele mucho que otras personas consigan lo que a mí me cuesta tanto. Pero también tengo momentos en los que quiero participar de tu felicidad. Hablemos de eso y todo estará bien.

Por último, necesito que sepas que mi historia es diferente a otras que puedas conocer y a la tuya, si es el caso. Cada maternidad y cada paternidad es diferente. No siempre tienes que contarme que a otra persona le funcionó "x" o "y" cosa, no tienes que tener un consejo. A veces sólo necesitas escucharme y confiar en las decisiones que estoy tomando. Todo lo que haces nace de tu cariño y, si sigues tu intuición, estará bien.

A mí me gusta pensar que algún día vamos a divertirnos contándole a mí hijo/a, con orgullo y ternura, todo lo que hicimos para hacer posible su llegada al mundo. 

No te agobies, lo estás haciendo muy bien. Siempre estaré agradecida por todo lo que has hecho por mí en el proceso. Te quiero, mis pequeñas estrellitas y yo te queremos mucho. 



POSDATA: Si quieres tener algunas ideas más prácticas sobre qué decir o qué hacer, he escrito estas piezas:













martes, 15 de febrero de 2022

No sé cómo hablar de lo que siento

Ya salí de la pista equivocada y creo que no estaba tan equivocada. Es sólo que el itinerario estaba en un orden diferente al que yo esperaba. Ya no me extraña tanto el miedo y de hecho ha ido cediendo paso a otros sentimientos. Pero esta semana no inicia con ellos en el centro, inicia con la tensión entre el habla y el silencio. ¿Qué decir y qué no? ¿Cómo decirlo? ¿A quién decirlo? Es más, ¿Por qué ni siquiera logro saber exactamente qué es lo que quiero decir?


La semana pasada empecé a reconciliarme con la lectura de literatura, porque entre las cosas que el doctorado me quitó, estaba el amor por la lectura y quiero recuperarlo. Entonces me uní a un grupo de mujeres que leen sobre maternidad. Cayó en mis manos el primer libro y no creo que haya sido gratuito: se trata de "In vitro", un ensayo de Isabel Zapata sobre su propio camino en la reproducción asistida y el embarazo. Yo leía y cada frase me servía de espejo: no estoy tan loca, otra mujer ha escrito sobre este mismo sentimiento -claro, yo no puedo hacerlo con tanta elegancia- y se siente un gran alivio. La cosa es que esto no resuelve mucho, no es que me aclare la mente, ni el corazón, sólo me da una sensación de no estar mal, de no ser inapropiada. Sigo tejiendo un montón de sentimientos y no sé qué hacer con ellos.



Mi historia de búsqueda de la maternidad ha tenido una característica especial: no ha sido un secreto, no me he esperado hasta tener 12 semanas de gestación para contarlo, lo hice público -en cierto modo- desde mucho antes de hacerse real por primera vez. Y es paradójico, lo saben personas desconocidas de otros países y no lo sabe mi familia, pero de ello escribiré en otro momento. Entonces el problema no es no saber qué decir, tal vez es cómo decirlo, en qué momento, a quién.

Ahora ha vuelto a ser un tema de conversación, y eso me hace feliz, pero conversarlo es difícil. Conversarlo, que es diferente a contarlo. Contar es sencillo, yo lo hago casi "automáticamente", cuando me preguntan, como ayer en medio de una jornada de planeación/integración laboral, "¿cuál es tu sueño?". Yo lo voy diciendo sin filtros, lo cuento con emoción y con orgullo. Pero luego no puedo conversarlo, me cuesta empezar una charla calmada y profunda sobre el tema y no sé si es porque yo no sé cómo hacerlo o porque es difícil, simplemente eso.

Hay días en los que me siento desbordada por los sentimientos, de todo tipo. Hace un par de semanas era el miedo, hoy era la ternura, ayer era el orgullo propio. Y no sé cómo hablar de ello, no es un problema de no tener con quién hacerlo, porque lo tengo, estoy rodeada de personas que me escuchan y acompañan de diferentes maneras, es que no sé cómo pedir esa conversación ni cómo empezarla. Tampoco sé cómo escribirlo y tal vez por eso este texto tampoco fluye más. Pero había que decirlo.



domingo, 6 de febrero de 2022

Aterrizar en la pista equivocada

Los sentimientos no nos llegan como los esperamos, ni cuando los esperamos. Son tercos y voluntariosos.

Hace unos días, antes de visitar la clínica de fertilidad con mi organizada carpeta de exámenes en orden y mi cabeza llena de preguntas, imaginaba que saldría de allí con mucha emoción, feliz, casi frenética -pensaba a ratos-. En cambio, salí pasmada, sin sentir casi nada en el momento. Pensaba, eso sí, en muchos escenarios y en cosas que tenía que planear, pero no sentía esa emoción desbordante, sino apenas una ilusión chiquita, como una pequeña vela, y tenía ganas de hablar, de contarle todo a muchas personas.

Tomé café con mi amiga del alma, hablamos de todos los detalles de la consulta, planeamos cosas alocadas y esperé a que la frenética emoción saliera a flote, pero no pasó nada. Me sentía como en shock, ir a la consulta y pagar el primer ciclo del tratamiento de reproducción asistida había hecho que todo se sintiera tan real que yo como que no aterrizaba, supuse entonces que en cuestión de horas o días lo haría.



Y entonces aterricé, un par de días después, aterricé -o alunicé, no sé muy bien- pero en la pista equivocada. No sentí esa alegría desbordada que imaginaba. Solo sentí pavor, sentí que aparecían de golpe todos los miedos que suponía que estaban "trabajados" y superados. Durante días no pude parar de pensar en todo lo que podía salir mal: desde un tratamiento que no funcionara porque yo hacía algo mal o porque tenía una extraña condición que las doctoras (sí, todas las que me atienden ahora son mujeres) tardaban años en descubrir, hasta un nuevo aborto espontáneo que logré imaginar en todas las etapas del embarazo. Por último, hacia el final de la semana, tuve la dolorosa idea de que tarde o temprano iba a olvidarme de Lucerito y eso sí que me pareció terrible.

Me sentía muy mal. ¿Qué tan rota tenía que estar para no poder disfrutar de este momento tan emocionante?. Nunca había estado tan cerca desde que perdí el embarazo de Lucerito y no podía disfrutar ni emocionarme. Maldito periodo, pensé cuando apareció la regla en medio de ese huracán. Malditas hormonas. ¿Cómo se me ocurrió hacer todo esto y dejar el antidepresivo al mismo tiempo?.


Entonces, de repente, surgió el llanto, la noche del viernes. Organizaba de nuevo mi altar y fue como si con la vela que encendía se encendiera algo por dentro también. Lloré durante un par de horas y me quedé dormida. Al día siguiente desperté en otra pista: había llegado a la ternura, la empalagosa y bella ternura. 

Sobre esta nueva pista de aterrizaje -o alunizaje- les contaré en mi próximo texto del blog.