lunes, 9 de enero de 2023

Deseo de Navidad

Hoy guardé otra vez los adornos de Navidad, intactos. Ninguno fue usado para jugar, ninguno cayó al piso, este año ni siquiera sonaron las maracas con los villancicos. Probablemente ha sido la época navideña, de fin de año y de cumpleaños más extraña que he tenido, la más conflictiva, las más triste, la más confusa, la más solitaria también. Y no puedo culpar a nadie por nada de esto, aunque quisiera, desde lo profundo de la rabia y el miedo que acompañan.


Puse cada adorno de juguete en el arbolito un día antes de mi segunda transferencia embrionaria, porque quería que todo estuviera listo para aquellos días de espera; puse también una estrella por cada embrioncito que no se ha quedado conmigo y una grande en la punta -la Estrella de Belén- para indicarle el camino a los que quedan. Conseguí animalitos y casitas pintorescas para agrandar el pesebre, quería que fuera más tierno y más "típico", puse más paja en la cunita del Niño Dios para que fuera más acogedora y le pedí algo especial al Ángel de la Anunciación. En la Noche de Velitas estaba cuidándome en reposo, así que sólo encendí una velita en mi habitación, pero la encendí con mucha fe y con ilusión.



Esta no era la Navidad que había imaginado hace un año. Tampoco la que pensé en marzo cuando las cuentas me daban un bebé recién nacido para la Nochebuena. Ni en julio cuando imaginaba una gran panza destapando regalos. Incluso en el comienzo de este diciembre cuando pensaba que iba a dar anuncios felices en la cena. En cada ciclo, antes de ser fallido, yo había soñado también con estas fechas. Llevo 10 años pidiendo el mismo deseo a la Estrella de Belén y al Niño Dios. Las medias tejidas por la abuelita para el árbol han tomado un nuevo significado, ahora me parecen más pequeñas medias de bebé, como las que cuelgan las chicas españolas de los grupos de infertilidad para desearle buena suerte a las que siguen en la búsqueda.


Esta no era la Navidad que había imaginado, no hay bebé en el vientre ni en los brazos, hay otro hijo en el cielo y 4 embriones esperando un futuro incierto desde su propio Polo Norte. Todo parece confuso e incierto, todo se tornó más difícil de lo que había imaginado alguna vez, de repente estoy de cara a posibilidades que me parecía que sólo le pasaban a otras mujeres, que nunca llegaría hasta allí. Definitivamente este no era el fin de año 2022 y el inicio de 2023 que quería pero es lo que tengo y me aferro con fuerza a la esperanza, a la cauta ilusión propia y de la familia y las amistades que pasito susurran "ojalá pronto".

Tal vez en mi caso sea una fortuna (y por primera vez lo veo así) que la Navidad esté tan cerca del inicio del nuevo año y de mi cumpleaños, porque puedo juntar todos los deseos y propósitos. Una claridad me llegó en estos días en alguna de las cuentas que sigo: tener un bebé no puede ser un propósito de año nuevo, es un sueño, es un deseo, pero no un propósito porque no está completamente en nuestras manos lograrlo. Todavía quiero pensar que si no es la Navidad que había imaginado es porque vendrán unas mejores, para eso son los deseos de Navidad, para eso comemos las doce uvas el 31 de diciembre a media noche, para eso deseamos algo especial al soplar las velas de cumpleaños. Por primera vez no estoy segura de que vaya a lograrlo, pero me conforta que siga siendo un sueño dulce, un deseo bonito. Ojalá haya navidades más dulces en el futuro, con juguetes en el piso, maracas en los villancicos y regalos tiernos.