sábado, 15 de octubre de 2022

Ritualitos no tan dulces

Cada día se hace lo que se puede con lo que se siente, que a veces es mucho y a veces cambia.Porque no vamos por la vida con una maleta sellada de emociones que no salen nunca, que no se mueven, que no se ven. Lo que pasa es que tenemos que moderarlas porque de otra forma no podríamos funcionar en el día a día. Pero lo que sentimos está ahí, hondo y bien implantado (qué paradoja que yo escoja ese adjetivo).

Y para hacerle frente y darle sentido a esas emociones y a los misterios de la vida, nos inventamos los rituales: agarramos lo que traemos heredado culturalmente materializado en unos símbolos y lo resignificamos, lo acomodamos en un tiempo y un lugar. Ahora además le tomamos fotos y lo compartimos.

Mi altar cambia constantemente y no es solamente un altar dedicado a mi maternidad, aunque se nutre mucho de ello. Pero jamás lo he concebido como un lugar concluido y estático. Pongo objetos, los quito, los muevo según lo que voy sintiendo. Pero siempre hay una vela que enciendo en memoria de esas almitas pequeñas que encarnaron en mi vientre por unas semanas.


Hoy es 15 de octubre, día de la concientización sobre la muerte gestacional y perinatal. Como lo he hecho durante los últimos 5 años, yo también me uni a la ola de luz y encendí la velita en homenaje a lxs hijxs que se fueron demasiado pronto. A mis almitas pequeñas que me han hecho mamá y que renuevan mi fortaleza cada vez que su recuerdo se vuelve doloroso. Porque sí, es doloroso, no todo el tiempo, pero lo es y mucho. Y también renuevan mi amor y mi ternura cuando su recuerdo es dulce, aunque hoy especialmente me pareció que este tipo de fechas se nos pueden convertir, por la vía del positivismo tóxico y la onda de las redes, en mensajes edulcorados vacíos de sentido. Yo me resisto a ello, me resisto a dotar la experiencia traumática de perder un embarazo o un bebé recién nacido en un "regalo de la vida", "un don precioso", "una oportunidad para ser las madres más fuertes". No, estas experiencias duelen y duelen mucho, no son regalos ni dones ni bendiciones, aunque de ellas aprendamos mucho y salgamos más fuertes. No somos mejores madres ni más "poderosas" por no tener a nuestrxs hijxs con nosotras. Somos madres diferentes y punto, que muy seguramente haremos las cosas diferentes (ojalá mejor) después de pasar por esto, pero no es algo por lo que yo agradecería nunca. 

Agradezco la brevísima existencia de Lucerito y Cielito en mi vida y agradezco que me hicieron madre, pero no puedo agradecer por su partida, por más transformadora que sea, porque no la desearía ni la repetiría nunca. Y quisiera que pensáramos en esos mensajes que compartimos en estas redes. Podemos enaltecer el amor que nos dejan, podemos agradecer su venida a nuestras vidas, podemos atesorar sus enseñanzas, pero entre tanto hay miles de mujeres sufriendo desgarradoramente porque acaban de pasar por esa pérdida y nuestro "dulce" mensaje no necesariamente les conforta. Tal vez el otro año yo misma tenga otra idea al respecto, hoy me salió esta.

Justo después de tomar la foto vi dónde había quedado el reflejo de la llama en el cuadro del fondo... Creo que no es por azar.