domingo, 4 de febrero de 2024

Reflexiones en el arcoíris

Reflexiones en el arcoíris

Veinte semanas y yo hasta ahora logro sentarme a escribir algo para este blog. Yo me imaginaba que iba a escribir una reflexión por semana, pero todo se siente tan vertiginoso y tan confuso que no me da tiempo de procesarlo y cuando me doy cuenta, ha pasado una semana más.

Supongo que también tenía miedo de escribir sobre una posibilidad y que esta vez tampoco fuera. Pero está siendo, y aquí estamos mi bebé y yo en la mitad del camino, del primer camino que es el de gestarnos mutuamente: ya nos escogimos la una a la otra y ahora ella gesta una mamá mientras yo gesto una hija. Todo lo demás ocurre en el medio, nos atraviesa, nos rodea y sí, a ratos nos tumba la piso también. Porque vengo a decirles tres cosas en esta reflexión y la primera de ellas es justamente que los arcoíris también pueden ser tempestuosos, tumbarnos al piso y hacernos llorar.


¿Han visto que los arcoíris a veces salen cuando todavía el cielo está oscuro y las nubes cargadas de tormentas? Pues bien, los embarazos arcoíris, esos que llegan después de las pérdidas y que se supone que son la luz luego de la tempestad, no se parecen en nada a esas postales de los arcos coloridos sobre el cielo azul y el sol iluminando en una esquina; en cambio suelen tener algo de la oscuridad todavía en medio, así intentemos edulcorarlo. No me malinterpreten, son un regalo precioso de la vida y nos llenan de esperanza y de ilusión, pero es que de esa imagen están llenas las redes y yo no vengo a replicarla aquí.

Vengo en cambio a decirles que estas gestaciones se pasan con temor constante, con una lucha permanente contra los peores miedos, las inseguridades, lo impredecible, porque cada examen, cada ida al baño, cada visita a urgencias es una circunstancia aterradora. Que generalmente se llega a ellos después de caminos difíciles y agotadores, que deberíamos hablar más sobre eso, en público, con franqueza, no limitarnos a decir que hay que sanar los duelos antes de que lleguen estos bebés tan anhelados, sino reconociendo que a pesar de todo el trabajo terapéutico y de la preparación el miedo va a estar presente y va a revivir cada tanto en forma de monstruos aterradores. Tal vez así les liberaríamos de ese peso tan grande y nos liberaríamos las madres de la necesidad de aparentar absoluta felicidad durante el embarazo.


En este punto les diré mi segunda reflexión: los embarazos no son -solamente- luz y felicidad, globitos de colores y brillo en el aura. Es verdad que pueden ser historias bellísimas y esperanzadoras (el mío lo es) cuando son maternidades deseadas, que las madres nos podemos ver radiantes y que todo se muestra con una ternura conmovedora. Todo eso es cierto y es mágico. Pero también los embarazos tienen un lado complejo y oscuro, que por lo general guardamos bajo la cama porque suena horrible si lo decimos en voz alta: nos traen de frente otros sentimientos como la rabia, el miedo, la frustración, el cansancio. No es posible disfrutar de la gestación 24 horas, 7 días a la semana, durante 40 semanas. El cuerpo está al revés, le están pasando mil cosas en un tiempo muy corto para poder sostener esa vida chiquitita y frágil. La psiquis está reacomodándose para hacerse cargo del cuidado de otra persona y, entre tanto, entender lo que está ocurriendo. Las emociones se hacen más contundentes y cada una se amplifica. Todo esto mientras las hormonas están enloquecidas, afortunadamente, porque de eso depende la continuidad del embarazo.

Se nos puede haber dicho que una cierta magia ocurrirá, y desde luego así pasa. Pero el problema es que esperamos una escena de película en la que las luces nos rodean y mágicamente nos transformamos mientras los pajaritos cantan en el fondo. Pero no pasa de ese modo, la susodicha magia tiene lugar mientras se nos cae a pedazos la piel que traíamos y nos sale una nueva, una que además no conocemos. Si además esperamos que la magia le ocurra a todo el entorno con el mismo candor, entonces habremos tomado la ruta equivocada, porque casi nunca pasa, o al menos no del modo en que nos habíamos imaginado.


Entonces viene mi tercera reflexión: con frecuencia las embarazadas escuchamos que nos dicen "no estás enferma, estás embarazada", lo cual es cierto, porque el embarazo no es una enfermedad. Pero eso no significa que nuestro cuerpo continúe como si nada estuviera pasando, no podemos funcionar en el mundo como lo hacíamos antes, no logramos cumplir con las exigencias que antes nos parecían normales ni vamos al ritmo al que estábamos acostumbradas, Nos cansamos y nos duelen zonas insospechadas, tenemos náuseas y vómitos y piquiñas, calambres, insomnio o mucho sueño. Al mismo tiempo estamos derretidas de amor por ese bebé, atentas a mil señales de su bienestar, con los instintos mamíferos a flor de piel y torpes, muy torpes. Así que deberíamos poder quejarnos, parar nuestro tren de actividades, decir que no queremos/podemos más por hoy. Necesitamos ayuda y no siempre podemos pedirla, y la necesitamos sin juicios ni lecciones moralistas.

Me dirán quienes me conocen bien que este escrito puede parecerles sorprendente -o tal vez no si me han escuchado con atención recientemente-. Porque debería estar escribiendo cada semana un texto rosadito* y dulce en el que les cuento cómo estoy derretida de amor por la presencia de Antonia en mi vida, en este mundo. Pero ella sabe que así es, y por si acaso se lo acabo de reiterar mientras escribo, que es mi milagro y mi arcoíris de colores, luminoso y mágico. Pero también le digo a diario, y les digo hoy a ustedes, personas que me conocen muy bien y también a quienes no, pero me leen: los arcoíris tienen una cuesta de subida y un descenso, no son líneas rectas. Tienen colores que nos gustan y colores que nos desagradan, a veces tienen un fondo azul y a veces nubes negras. Antonia se sabe amada y cada día agradezco que por fin esté conmigo, pero también quiero que sepa que su mamá es imperfecta y vulnerable. Que su viaje a este plano fue poderoso y retador, dulce, difícil, amoroso, solidario, con dolores y sorpresas. Esa también es su impronta y no aquella fantasía de una varita mágica que la trajo de repente y todo estuvo resuelto. Nos espera un viaje fenomenal a ambas y vamos a gozarlo tanto como podamos, pero en el medio tenemos que entender algunas verdades.


A las mamás que están en el mismo proceso les abrazo, a las que todavía están esperando que llegue su embarazo arcoíris no les haré promesas vacías (de eso también están llenas las redes) pero les deseo toda la suerte del mundo, a quienes ya pasaron por esto les digo que tienen toda mi admiración. Puérperas y embrazadas deberíamos darnos un abrazo sincero cada vez que nos encontráramos porque lo que estamos haciendo es tremendo, con o sin etiquetas de arcoíris, porque gestar, parir y criar es tremendamente difícil y precioso. Para quienes me están acompañando en este arco de colores y lluvias muchas gracias, de todo corazón, por tanto amor y paciencia y cuidados. A quienes estén acompañando a otras mamás: paciencia y empatía.

* En todo caso pondré el texto en color rosado y con fotos de arcoíris, porque ambas cosas me hacen sonreír. Prometo escribirles otro día un texto más dulce y menos quejoso sobre este embarazo.