jueves, 31 de enero de 2019

La tribu y la maternidad (parte I)


La tribu y la maternidad (parte I)


"Yo no puedo sola, puedo porque estás tú, porque estamos todas, porque vamos juntas. Me cansé de los libros de superación personal, del "sí se puede". No es cierto, no puedo sola, tampoco quiero sola. Necesito red, necesito vínculos, necesito amor, necesito fuerza, nos necesito. Necesito de los ojos de mi amiga, para sentirme ligera, para sentirme una más, para sentirme parte. No quiero ser el centro, no me interesa ser el centro. Yo deseo hermandad, una danza circular, y propiciar un encuentro, de libertad, igualdad y sororidad."*

Hace días que le daba vueltas a esta entrada del blog. Quería hacer un texto que fuera hermoso, que le hiciera justicia a lo que siento y a lo que quiero expresarle a mi tribu, pero que también dejara en claro lo que pienso sobre este tema. Esta mañana, mientras revisaba las actualizaciones en los muros de quienes sigo en Facebook, me encontré con el texto que he puesto al comienzo de esta entrada.

Lo compartió una mujer a quien quiero y admiro, una antigua compañera de trabajo, interesada como yo en la maternidad y en sus posibilidades. De inmediato tuve ganas de retomar el contacto con ella  porque hace mucho tiempo que no hablamos -vive en otro país ahora- y pensé que nos debíamos muchas palabras sobre nuestros caminos. Me angustió terriblemente pensar si ella, como muchas otras mujeres que conozco, habría estado o estaba en este momento necesitando a su tribu, si me había encontrado a mí como parte de ella, si yo estaba siendo parte de la tribu de alguien.



Recordé la interpelación constante de mi amigo brujo (el único que tengo, al único que le creo): ¿Cómo estás tejiendo tu red? ¿Cuál es tu tribu? ¿Dónde y con quién la construyes?. Había pensado mucho en esa tribu estos días, tenía el tema insertado en la cabeza, en el corazón y en el vientre. Me preocupó no ser la tribu de otras mujeres, me asustó perder mi propia tribu.

Por eso quise escribir sobre este tema. Quería hacer un homenaje a la tribu que acompaña desde hace tiempo esta búsqueda de mi maternidad. Y de paso, hacer un llamado a las mujeres que se lo están pensando, para que no esperen a estar embarazadas o al posparto para buscar su tribu; nuestra especie es mamífera y necesitamos de la manada social: la tribu, la comunidad, los que nos rodean. Dicen por ahí que:


Pues les tengo noticias, no sólo en África se necesita, se necesita en todas partes; y no sólo para criarlo, se necesita para concebirlo, para gestarlo y para parirlo. Pareciera absurdo esto último que he dicho. ¿No se concibe un hijo entre dos? ¿O en una clínica? ¿No lo gesta la mamá? ¿No lo va a parir ella?. Pues no, o mejor dicho sí, pero no lo puede hacer sola. Usualmente necesita ayuda y compañía en muchos aspectos del proceso. Necesita la tribu, debería tenerla, desde que el hijo llega por primera vez a la mente y al corazón de esa madre debe tejer su nido y sostenerlo en la red que le proporciona su tribu. Yo he tenido la fortuna de tener esa tribu y agradezco a diario por eso.

Y es que cuando te piensas la maternidad en contravía de los estándares sociales (por ejemplo, ser madre soltera por elección), la tribu se debe configurar también bajo estándares diferentes. No necesariamente será tu familia porque generalmente hay resistencias allí en las primeras etapas y obviamente no tendrás pareja en este caso. En mi experiencia son los amigos y amigas quienes te acompañan, y tú decides entonces cuántos y quiénes están convocados en cada momento. Yo empecé contándole mis planes a dos o tres amigas, luego lo hablé con algunos otros amigos muy cercanos y de a poco lo fui comunicando cuando empecé la búsqueda en forma. Para el momento de mi primer embarazo, varios estaban esperando esa noticia, pero cuando ocurrió el aborto espontáneo más personas se enteraron por las circunstancias del evento. No me arrepiento nunca de haberlo hecho así, porque estoy segura de que sin esa tribu el proceso habría sido mucho más complicado y doloroso.


La tribu sirve para muchas cosas en un camino como este: por ejemplo, sirve para hablar durante horas del tema y decantar las ideas que van surgiendo, desde la primera vez que te planteas el asunto hasta que empiezas a "ir por él", sirve para sacar afuera los miedos y las frustraciones, sirve para reírse de todas las cosas que pueden ocurrir en el camino (créanme, buscar un donante puede tener infinitas situaciones incómodas, divertidas, memorables, aburridas, etc.).

Las personas de la tribu han tenido muchos roles en mi proceso de convertirme en mamá: algunas me ha enseñado a ser doula de mí misma y me ha transmitido el regalo del yoga, otros me ha alimentado para que el cuerpo se prepare, otros me han acompañado a los controles y exámenes médicos, otras han ayudado a buscar y seleccionar el donante, otros hacen ofrendas y oraciones para que todo salga bien.

La tribu también sirve para compartir ilusiones: algunos de los momentos más dulces que he tenido han sido cuando veo a mis amigas y amigos haciendo planes sobre mi hij@: cómo quieren que se llame, la primera foto que le tomarán, el libro que quieren leerle, el juego que quieren enseñarle, etc. Ese es un bosquecito de dulzura que extraño mucho después de pasar por el aborto espontáneo, porque es que también la tribu se duele y se asusta cuando las cosas no salen bien. Yo, por ejemplo, hecho de menos que me hablen de mi hij@ y que me compartan de nuevo sus ilusiones al respecto, pero puedo entender que tienen miedo de hacerme daño y que también les duele lo que pasó. Tener una tribu es entender a los otros y también es poder decirles lo que uno necesita, mi reto ahora es lograr que podamos volver a hablar de mi hij@, a soñar con mi maternidad, a ilusionarnos a pesar del dolor.

Experimentar una pérdida gestacional sí que requiere una tribu!!! Durante el aborto y después de él necesité la mía y allí estuvo: para salir en la madrugada a urgencias, para responderme llamadas de angustia a media noche, para sentarse a llorar conmigo en el piso del baño, para prepararme un caldo o una infusión, para orar, para recordarme que mi cuerpo sí sabía como hacer el proceso, para cobijarme, para apagar la luz, para sacarme de nuevo a la calle cuando estuve lista. Desde entonces pienso mucho en la cantidad de mujeres que no tienen esa tribu en momentos así, desearía para todas las madres eso.


Ahora mismo, mientras trato de reorganizar el camino, pienso en el montón de dificultades que podría tener a futuro y en lo mucho que necesitaré de mi tribu. Pienso también en cómo ser tribu para otras mujeres que me rodean, pienso en sus propias maternidades, pienso en lo que han buscado en mí y no han encontrado pero también en lo que he podido ofrecerles con amor y dulzura. Estos días he tratado de imaginarme -intentando no entrar en pánico- las innumerables situaciones en las que necesitaré de mi tribu cuando mi hij@ por fin llegue y es entonces cuando me siento realmente lista: no porque tenga todos los escenarios y las variables bajo control, sino porque tengo a mi tribu.

Creo que no hay una fórmula para conformar esta tribu, algunas optarán por tejerla en su familia, o con sus amigos y amigas, con su pareja, también hay comunidades de madres en Facebook, en WhatsApp, en foros de internet, grupos presenciales, etc. Lo que sí sé es que las mujeres necesitamos una tribu para convertirnos en madres, necesitamos ser maternadas para poder maternar.

*Como historiadora, me gustaría que internet nos permitiera ser un poco más juiciosos para citar a los autores de las frases y de las imágenes, pero a veces es imposible saber quién las hizo, especialmente en redes sociales como Facebook, Instagram o Pinterest. Me disculpo de antemano por eso.

P.D.: Este es el libro que quiero leer sobre este tema



miércoles, 16 de enero de 2019

Sobre maternidad y doctorado

Sobre maternidad y doctorado



Este blog ha estado en silencio por un tiempo. Las razones tienen que ver con el final de mi doctorado y los cambios vitales que esto ha traído. Durante más de dos meses, este texto que hoy les comparto ha estado en borrador, a la espera de que yo me anime a compartirlo y no había podido hacerlo porque el fantasma del cierre de ese proceso me perseguía día y noche. Pero las crisis tienen la cualidad de hacernos expulsar lo bueno y lo malo. Y el texto, finalmente salió de mis entrañas (casi literalmente).

¿Qué tiene que ver el final de mis estudios de doctorado con el tema de este blog? Pues bien, tiene todo que ver. A nivel muy íntimo, sospecho desde hace rato que terminé haciendo un doctorado, entre otras razones -pero siendo probablemente ésta la más fuerte- para huir o aplazar mi deseo profundo de convertirme en mamá (los detalles de esa sospecha se los cuento en otra entrada). El problema es que aplazar ese tipo de decisiones vitales, utilizando como pretexto empresas del tamaño de un doctorado, pues puede ser una pésima idea. Yo me di palo por eso durante mucho tiempo, porque pensaba que, si ese había sido el caso, entonces estaba cometiendo un error que me salía carísimo. Pero hace rato decidí no torturarme más... ya estaba en el huracán y lo mejor que podía hacer era salir de él victoriosa.



La cuestión es que las mujeres de estos tiempos estamos tan enredadas con el tema -mal pensado desde muchos lados del feminismo- de que no podemos ser mujeres profesionales, bien preparadas y de éxito, si "cedemos" ante la maternidad. Digo "cedemos", así entre comillas, porque creo que así nos hacen creer que es la cosa: que entregamos algo (nuestra vida, nuestros sueños, nuestra libertad) a cambio de nada. Y yo creo que ahí radica el problema. Porque el asunto es que optar por la maternidad no nos hace menos nada... tampoco es que nos ponga en un pedestal. Pero en la medida en que ser una mujer que cumple con sus metas y ser madre se vean como antagónicas, pues seguiremos sintiéndonos frustradas en una o en otra esquina.

Yo recuerdo que, recién entrada al doctorado, hablé un día con un maestro a quien quiero y respeto muchísimo y le conté que quería ser mamá. Me dijo que claro, que estaba "en todo mi derecho", pero que no se me fuera a ocurrir hacerlo mientras cursaba el doctorado, porque seguramente iba a terminar renunciando a lo que era renunciable, es decir, al doctorado. Esta sentencia me marcó y creo que se me convirtió en una causa. Durante todo el doctorado quise probarle a él, y a otras personas que así me lo plantearon (y no fueron pocas: hombres y mujeres, madres y no madres, maestros, compañeros y desconocidos) que estaban equivocados, que el doctorado y la maternidad no tenían por qué ser incompatibles, incluso si decidía ser madre soltera. Desafortunadamente, las circunstancias más personales me impidieron ser madre mientras cursaba estos estudios. Ahora, al término de ellos y mientras continúo en la búsqueda de mi maternidad, miro con cierta distancia y con nostalgia esta causa. Tal vez por eso me había costado tanto trabajo terminar este texto. Porque los duelos de las causas perdidas, que hay que recomponer y convertir en nuevas batallas, son lentos y bien complicados. 

Pero también veo desde este punto de mi presente otras cuestiones que me plantean más interrogantes que respuestas: haber pensado y buscado la maternidad durante todo el doctorado, haber conocido madres que entraron al doctorado teniendo hijos de todas las edades, compañeras que se hicieron madres durante los años de estudio, mujeres que han aplazado o renunciado a la maternidad por cuenta del doctorado, haber tenido muchas conversaciones al respecto con personas dentro y fuera de la academia, me ha mostrado que estamos lejos de poder acertar en la conciliación de una cosa con la otra. Yo pude ver muy de cerca las dificultades que enfrentaron mis colegas para cumplir las exigencias de los programas doctorales sin sentir que estaban siendo malas madres.



Mientras que la academia no se piense como un espacio humanista, en el sentido amplio y realista del término, haciendo honor a sus orígenes, intentar que en su seno se gesten con respeto y justicia nuevos proyectos y nuevas vidas, será imposible. Si los estudiantes de posgrado, especialmente los doctorandos, y para fines de esta reflexión LAS doctorandas, no somos vistas como mujeres en nuestra integridad, que abarca también nuestras decisiones vitales, de salud, reproductivas, afectivas, no será posible que la academia le haga espacio a las madres. Y las madres académicas, a quienes dedico con total admiración estas líneas, seguirán pasando las duras y las maduras para conseguir lo que se proponen en ambos casos.

¿Cuál sería la estrategia? ¿Qué es lo que se necesita? Más allá de guarderías universitarias o de licencias de maternidad, creo que se necesita (como en todos los aspectos de la vida académica) un cambio profundo. Ya lo he apuntado en torno a la re-humanización de ese espacio y de las relaciones que ahí tienen lugar. Pero también se necesita un cierto feminismo más abierto y menos dogmático, que se pregunte por la conciliación más allá de lo laboral, que incluya la maternidad autónoma, libre, respetada y justa como una bandera de la resistencia contra el patriarcado, que se tome de verdad la academia más allá de los discursos adornados. Porque solo cuando dejemos de reproducir, en las prácticas académicas, nuestro propio machismo instalado, nuestro espíritu competitivo, agresivo, excluyente, patriarcal en su forma más obsoleta, podremos pensarnos las universidades como lugares de vida. Y solo ahí, en ese momento, los profesores dejarán de pedirnos que elijamos una cosa o la otra, seremos libres de decidir nuestras maternidades solas o acompañadas en el momento en que lo creamos más conveniente, incluso si ese momento es mientras hacemos un doctorado. Y paro aquí porque mi catarsis está muy larga...

Como siempre, he aquí una recomendación de otro texto sobre el mismo tema (porque afortunadamente no soy la única que se lo está pensando): Doctorado y Maternidad ¿es factible?Una entrada del "Blog de una doctoranda" en la que algunas mujeres hemos comentado durante dos o tres años nuestras reflexiones y planes al respecto


P.D. Quiero este libro: