martes, 13 de agosto de 2019

10 lecciones y 10 canciones de mi primer año como mamá de un Lucerito

10 lecciones y 10 canciones 
de mi primer año como mamá 
de un Lucerito

Hace días vengo dándole vueltas a esta entrada del blog. No podía dejar pasar el primer aniversario de la partida de mi Lucerito sin decir nada por estos lares. Pero, al mismo tiempo, tengo tanto para decir que no sabía cómo hacer para comunicarlo. Escribí tres versiones distintas y al final me quedé con esta, voy a intentar contarles algunas cosas que me han ocurrido en estos meses y lo que he aprendido de ellas. Creo que muchas mujeres habrán pasado por situaciones similares y a mí me ha ayudado mucho leer en blogs, páginas web, trinos de Twitter, historias de Instagram, testimonios con los cuales he podido decir "vaya, no soy la única que se ha sentido así". Este es también un homenaje a mi Lucerito, una serenata para él, para mí, para las mamás y familias que nos acompañamos en este camino. Aquí van mis 10 lecciones, acompañadas de 10 canciones que me han marcado en este proceso:

Lección 1: era en abril
Si hay una canción que describe el duelo gestacional y perinatal, es esta. Una canción que habla sobre el dolor y el sentimiento de que la vida ha quedado vacía: "Era en abril el ritmo tibio de mi chiquito que danzaba, dentro del vientre, un prado en flor, era su lecho, y el ombligo y el ombligo el sol"; de que se ha fracasado como canal de la vida. Con la pérdida gestacional, la culpa es muy grande, porque se siente como si el cuerpo no fuera capaz de hacer algo para lo cual fue creado con perfección por la naturaleza. Aunque el embarazo de Lucerito fue una gran noticia, porque significaba que sí podía concebir, perderlo sembró en mí el temor de no ser capaz de de gestar. Y hasta el día de hoy lidio con ese miedo a diario. Pero también me ha hecho descubrirme como mujer-madre, como merecedora de la vida y del amor.

Ana Belén y Juan Carlos Baglietto - Era en abril

Lección 2: los sueños se rompen de golpe
Dice la canción de Nena Daconte: "Dime quién vendrá a ocupar su lugar, por qué mis sueños se rompen de golpe". Esa era mi pregunta durante los días en los que estaban sangrando mi útero y mi corazón. No podía creer que una sueño tan perseguido durante años, se me fuera de las manos apenas unos días después de saberlo posible. Desde entonces y hasta ahora, he sentido como si la vida se riera de mí y de mi alegría efímera. Nunca más he vuelto a soñar con la ingenuidad de antes. Ahora, cada plan, cada esperanza, cada nuevo impulso está lleno de miedos y precauciones: las madres en duelo perdemos esa inocencia de la maternidad. Aprendí que no basta con desear algo con todas las fuerzas, ni creer que se está preparado y que se merece. Puede no ocurrir, puede salir muy mal. Los hijos se mueren, la vida no siempre triunfa. Sin embargo, lo único que nos queda es seguir soñando, seguir manteniendo la ilusión. Descubrir que lo que de verdad se anhela no puede sernos arrebatado.

Nena Daconte - En qué estrella estará

Lección 3: hasta la raíz
Mi hijo habría nacido cerca del 28 de marzo y esta canción siempre me ha hecho pensar en él. Por aquellas casualidades de la vida, mi grado de doctorado fue aquel día, el mismo en que habría tenido que nacer. Durante semanas peleé con esa fecha y con la coincidencia, que me parecía otra mala broma de la vida. Pero tal vez, esa fue la primera vez que pensé en la importancia de las fechas y de los homenajes. Intenté no estar triste pero era imposible, aunque lo que sentía era una cierta nostalgia profundamente amorosa. Su presencia fue tan inmensa aquel día, que sentí que celebraba conmigo. Le agradecí por haberme dado el impulso que necesitaba para terminar ese ciclo. Había soñado con recibir mi diploma embarazada o con un bebé en brazos, pero en cambio lo recibí con un bebé en el corazón, y fue entonces cuando entendí que estaría conmigo para siempre: "Yo te llevo dentro, hasta a raíz, y por más que crezca vas a estar aquí". 

Natalia Lafourcade - Hasta la raíz

Lección 4: el eco de su luz
Tal vez esta fue la mayor lección espiritual que haya recibido en mi vida. Esa certeza de que un ser puede estar conectado a otro ser por siempre, independientemente de la cercanía física, ese es un misterio del universo. Confieso que al principio me pareció muy improbable que nuestro vínculo perdurara, pero con el tiempo fui entendiendo que no solo era irrompible, sino que era tan potente y tan misterioso, que no tenía caso pensarlo. Aprendí a sentirlo dentro del corazón, pero también a verlo en las expresiones del llanto, de la risa, del abrazo, del aroma dulce, de la luz del cielo: "solo cierra los ojitos, y abre el corazón sin miedo, la risa que adentro baila amor, es el eco de su luz". 

Julián Bozzo y María Rozalén - Eco de su luz

Lección 5: estrella de mi vida
"Paloma blanca, pasaste tan cerca de mi ventana, que revolviste todo con tus alas, me despeinaste entera todo el alma": eso fue mi Lucerito, un suspiro que pasó por mi vida poniendo todo de cabeza, sacudiendo mis certezas, cambiando mis prioridades y mis ideas sobre la vida para siempre. Estuvo tan cerquita de mí que vislumbré todo el futuro que quería para el/ella, pero luego alzó vuelo y me quedé mirando como partía, sintiendo que no lo había recibido a tiempo, que no había sabido como mantenerlo en mi nido, que quizás lo había asustado. Con el tiempo he empezado a entender que nada de eso tiene lógica. Que su visita era eso, un soplo de vida convertido en tornado, esa era su misión, ponerme la vida al revés para que aprendiera tantas cosas.

La Oreja De Van Gogh - Paloma Blanca

Lección 6: razón de vivir
Cuando perdí el embarazo, estaban ocurriendo muchas cosas en mi vida: tenía que sustentar mi tesis doctoral en medio de muchos problemas académicos y burocráticos, conseguir trabajo, mudarme de casa. Me sentía abrumada y pasar por ese túnel de la pérdida fue demoledor. Creo que mi reacción fue ponerme rápidamente en "piloto automático", ocuparme de las cosas urgentes y seguir la vida. Cuando la marea bajó un poco, sentí como si una lápida cayera sobre mí. En cierto punto todo perdió sentido, todo se volvió imposible, inútil, superfluo. Los últimos meses han sido un largo camino de redescubrir que la vida continúa: "para continuar caminando al sol por estos desiertos, para recalcar que estoy vivo en medio de tantos muertos". Tener que despedirme de mi amado Lucerito me hizo reformular mi propia escala del sufrimiento. También me enseñó que si algo merece ser atesorado, eso es la vida.

Mercedes Sosa con Lila Downs - Razón de Vivir 

Lección 7: siempre me quedará
A pesar de lo mucho que me dolió su perderlo, Lucerito ha sido siempre un recuerdo dulce. Los tres días en los que fui consciente de su presencia en mí, fueron tan felices que no los olvidaré jamás. Siempre que los recuerdo, me conmueve pensar en la dicha que ese ser trajo a mi vida y a la de otros, ver la genuina felicidad de los amigos y las amigas, la ilusión, los sueños conjuntos. Sentirme merecedora del cariño, de los mimos, de las celebraciones, esa era una lección que necesitaba aprender en aquel momento, tan golpeada como estaba por otras historias de mi vida. Entender el dolor propio y el ajeno ha sido, quizás, lo más difícil de estos meses, entender los silencios y las ausencias, respetar mi propia distancia y la de otros, perdonar lo que ha dolido. Cuando todo esto me agobia trato de recordar esa dulzura con que le hablé por primera vez a ese pequeñito ser que ya habitaba mi vientre, y esa ternura es la que me abriga el alma: "Me guardo tu recuerdo, como el mejor secreto, que dulce fue tenerte dentro".

Siempre me quedará - Bebe

Lección 8: te veo en las estrellas
Todas las noches, te veo en las estrellas. "I see you in all of the stars, shine brightly right into our hearts, I look at the night sky above and wonder can you feel my love". Aprendí a volver triste a mi casa casi todas las noches, con esa nostalgia de no tenerlo conmigo, con la angustia de haber perdido mucho, de haber caído muy profundo, de estar perdiendo la esperanza. Pero siempre miro al cielo y recuerdo que hay un sueño, que fue la manera que encontró la vida de hacerme más fuerte, de mostrarme que no estoy sola, que tengo que resolver muchas cosas para tenerlo conmigo. Miro al cielo y lo busco, amo su nombre y le digo "gracias" por estar cuidándome desde algún lugar. Todo aquello que antes me daba miedo, ya no lo hace más. Mis miedos ahora son otros, pero mi fuerza también proviene de un lugar diferente ahora. Tal vez es esa certeza de que nada va a doler más, o de que esto puede volver a ocurrir, lo que hace que arriesgarse tenga un nuevo sentido. 

Winter Bear - Coby Grant

Lección 9: como el árbol talado que retoño
Los primeros días después del aborto, tenía en mente una idea espantosa: "si a mí me vuelve a pasar esto, con otro embarazo, me muero". Creo que por primera vez me planteé la posibilidad de renunciar a mi sueño de ser madre, estaba aterrada. Creo que todavía lo estoy, pero la diferencia es que ahora sé que no me moriré, aún sabiendo, como lo sé cada día con más certeza, que esto puede volver a ocurrir, una o varias veces, o puede no volver a pasar; ahora sé que puedo sobrevivir a este dolor y que mi sueño es más fuerte que la muerte. Pensar en un embarazo arcoiris fue mi salvación durante muchos meses; desde la cautela y la paciencia, que tanto me cuestan, ahora siento, en lo profundo de mi corazón y de mi útero, que algún día: "retoñarán aladas de savia sin otoño, reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida. Porque soy como el árbol talado que retoño: aún tengo la vida". 

Para la libertad - Miguel Hernandez por Joan Manuel Serrat

Lección 10: llévame en tus alas
Uno de los himnos de nuestra historia, la de Lucerito de yo. "Yo mirando arriba, tú un pájaro en vuelo. Yo anhelando estrellas y tú un lucero. Tú siguiendo el mar, yo buscando un sueño. ¡Mira nada más dónde nos venimos a encontrar!" Así iba yo por la vida, buscando un sueño que ya estaba dentro de mí. Un Lucero me encontró en el lugar que nunca pensé visitar: el del duelo. Nunca imaginé este escenario en mi soñada, terca y rebelde maternidad. No escogería nunca esta experiencia para mí ni para nadie, sin duda alguna preferiría haber transitado otro camino, haber tenido una historia diferente y con un final feliz para contar en este blog. Pero aquí estamos, Lucerito y yo, descubriendo este universo de encuentros, solidaridades, maternidades diferentes, llantos, sonrisas, esperanzas y temores. Conocer las personas que he conocido en este camino, escribir lo que he podido compartirles aquí y en otros espacios, hablar desde el corazón, son los regalos del vuelo que mi hijo y yo emprendimos hace más de una año ya. 

Marta Gómez - Llévame en tus alas

Gracias Lucero, por regalarme aquellos 3 días tan felices y por este año de aprendizaje, dulzura y amor. Te quiero con todo mi ser.


















domingo, 14 de julio de 2019

El tiempo, el implacable, el que pasó


El tiempo, el implacable, el que pasó



La canción de Pablo Milanés, de quien tomo prestado el título, dice al final:

"Cada paso anterior deja una huella
Que lejos de borrarse se incorpora
A tu saco tan lleno de recuerdos
Que cuando menos se imagina afloran"

Estos últimos meses he pensado mucho en el tiempo -el implacable- y en su sentido. No es una pregunta nueva para una historiadora, pero de repente se me antoja tan confuso y tan intrigante. Me agobia la idea de verme a mí misma significando tanto el tiempo, convirtiéndolo casi en un asunto ritual. Nunca me había pasado, no era mucho de conmemoraciones y fechas especiales. Pero ahora de repente me parecen tan significativos cada fecha, cada día del calendario, cada semana, cada mes. Me aferro de algunos para atesorar recuerdos y que no se esfumen, le huyo a otros porque sé que serán difíciles. Miro pasar las lunas y los soles mientras pienso en todo lo que no está ocurriendo, lo que no me está llegando, lo que ni siquiera tengo fuerzas de salir a buscar.


Me pregunto, por ejemplo, como un proyecto que había acotado en un tiempo relativamente breve (un embarazo que duraría 9 meses), se ha convertido en una búsqueda inacabada que lleva más de 3 años... o 6... o incluso más.

Me pregunto cómo fue que un ser, de cuya presencia en mí fui consciente apenas unos pocos días, resultó tener tanta trascendencia en mi vida. ¿Por qué no lo supe unos días antes? ¿Por qué se pasaron tan rápido esos momentos? ¿Qué habría pasado si no hubieran sido días sino meses?

Me he sorprendido a mí misma pensándolo de un modo tan especial cada 28 del mes. Soñé con él día en que se supone que habría nacido según la fecha probable de parto (y no me valió de nada la idea de que esta era una fecha movible y apenas tentativa).

Siento que a medida que se acerque el primer aniversario, me sentiré más agobiada por el tiempo, por su presión, por su significado. A veces imagino conversaciones inexistentes con personas que me dicen "ya tienes que dejarlo atrás, supéralo" (algo que por fortuna, jamás me ha dicho nadie cercano). Pero temo que en algún momento empezarán a decirlo, y yo misma me lo diré, aunque sepa que jamás se supera la pérdida de un hijo. Se aprende a continuar la vida con aquella ausencia, se resignifica ese duelo, se reconstruyen los planes. Pero no se "pasa la página", no "se supera", nunca, porque la vida no vuelve a ser igual jamás. Igual terminaré por decírmelo, terminaré oyéndolo de alguien, seguramente.


Pienso que la gente espera que una mamá en duelo pase la página pronto y haga su proceso rapidito, ojalá en silencio y con tranquilidad. Que vuelva de semejante abismo renovada, casi iluminada y, ojalá, con una orgullosa barriga nueva. Entre más corto haya sido el embarazo, más rápido se espera que concluya el duelo, y más discreto podría ser ¿no?. Pues resulta que no, que habrá cientos de miles de mujeres que lo han hecho así, durante siglos. Pero no me sale, y no es porque esté enredada en un bucle, o porque me aferre al dolor, es porque el proceso es más complejo, sin fórmulas, sin cronogramas, sin protocolos. Algún día me dolerá un poco menos, se irá la rabia, me sentiré menos aterrada frente a la idea de un nuevo embarazo. Pero aún no es tiempo.

En los primeros días luego de la partida de Lucerito, leí en muchas partes que el duelo debía durar un año. Creí esa teoría. Ya no puedo siquiera pensarla mínimamente posible. Estoy a unas semanas del primer aniversario y el duelo no está ni cerquita de estar superado. Creo, eso sí, que he hecho un camino impresionante y poderoso en estos doce meses. Pero no me siento al final del camino, ni cerquita.

La huella de ese ser en el tiempo, en mi tiempo, al lado de mi propia huella como madre, no se irán jamás. Se han sumado a lo más íntimo y constitutivo de mi vida.

"Porque el tiempo, el implacable, el que pasó
Siempre una huella triste nos dejó"


A propósito de el tiempo y las conmemoraciones, ahora estoy publicando diariamente un homenaje a mi Lucerito en mi perfil de Instagram, te invito a que lo mires y a que me sigas:

*Las cursivas entre comillas son fragmentos de la canción de Pablo Milanés

martes, 14 de mayo de 2019

El Día de la Madre

El Día de la Madre


Se suponía que este era mi primer Día de la Madre. Todavía no estoy segura de eso. Como historiadora y antropóloga podría hacer toda una disquisición sobre el carácter capitalista, patriarcal y etnocentrista de esta fecha, pero me la guardo porque no es relevante en esta reflexión. Mi duda proviene, en cambio, de si realmente era "mi primer Día de la Madre". 

Hace unos tres años, recibí mi primera felicitación en esta fecha. Una de mis amigas más entrañables me envió un mensaje de WhatsApp (porque yo estaba fuera del país) y en este me decía: "feliz día de la madre, porque lo eres desde ya". Yo acababa de empezar la búsqueda de mi embarazo con un donante extranjero y ambas habíamos hablado de este tema durante meses. Todavía tengo esa frase escrita en el diario de mi maternidad, es como una afirmación poderosa que utilizo para recordar su esperanza en momentos en que pierdo la mía.

Los meses siguientes, con tantas dificultades que he experimentado para hacer realidad mi sueño, estuve fantaseando sobre el Día de la Madre en el que tendría por fin a mi hij@. El año pasado, cuando supe que estaba embarazada, fue una de las primeras cosas que imaginé: "tendré a mi bebé para el próximo Día de la Madre, será realidad por fin". Pero aquí estoy, sin bebé. 


No celebré el Día de la Madre porque mi familia no me considera como tal, la mitad porque no lo sabe y la otra mitad porque no lo entiende o prefiere ignorarlo. A pesar de creerme muy segura de mis decisiones y de mis procesos en este campo de la vida, resulta que la cobardía todavía me supera y no soy capaz de hablarlo allí, en mi hogar, donde debería estarle dando ya un lugar a mi hij@ del cielo, a mi maternidad, a los 2 o 3 hermanos que vinieron y se marcharon antes de que yo naciera. Pero no lo hice, y por eso me gané un Día de la Madre silencioso y doloroso. 

Todavía no sé si fue el primero o no. ¿Era madre de corazón hace 3 años? ¿Soy madre aunque no tenga a mi bebé conmigo? ¿Es ahora cuando se ha hecho real mi maternidad, incluso aunque sea a partir del duelo? Volví de la casa de mis padres pensando en ello y tres ideas me calaron en el alma.

La primera, es que mi maternidad definitivamente es real. Quisiera decirle a tantas personas: "por favor no me digas que mi maternidad no existe. Puedo comprender que no la entiendas, incluso acepto que no estés de acuerdo conmigo (es tu derecho), porque sé que es una maternidad muy extraña, intangible, abstracta, casi parece imaginaria. Pero no es imaginaria, no es una fantasía ni un sueño que me ayuda a escapar de la realidad que es la muerte de mi hij@. Por eso no admito que la niegues". Me gustaría ser más valiente y decirle esto a muchas personas, a mi familia, por ejemplo; pero todavía no tengo el valor y no sé cuándo vaya a tenerlo. Entre tanto, lo digo aquí y donde puedo. Mi maternidad existe, mi hij@ existe y mi familia existe. Somos extraños, ya lo sé. Probablemente doy un poco de miedo, no saben cómo hablarme de este tema, quizá creen que estoy loca... También lo sé y de verdad que puedo entenderlo.

La segunda idea es que hace años que tengo a mis hijos en mi corazón y ¿podría alguien poner eso en duda?. He pensado sus nombres, he imaginado dónde quiero que estudien, les he escogido sus primeros cuentos y he decidido quiénes serán sus padrinos y madrinas. Algunas personas incluso ya les han regalado ropa y juguetes. Desde que llegaron a mí, en la forma de un deseo y un pensamiento poderosos, he hecho todo lo posible para preparar su llegada: terminar el doctorado, buscar un buen empleo, conseguir un hogar, formarme como doula, hacer los tratamientos médicos, escoger un donante. Eso hace una madre.

Hace unos meses, un@ habitó mi vientre durante algunas semanas. Vino a decirme: "créelo, de verdad puedes ser madre, lo mereces". Fue mi compañía día y noche y yo le di cobijo, amor, cuidados, incluso antes de saber que allí estaba. Le hablé, lo arrullé, le puse un nombre. Eso me hace una madre. Su visita fue breve pero tiernamente contundente; puso de cabeza todas mis certezas, reconfiguró mis miedos y me enseñó tantas lecciones que apenas ahora estoy pudiendo entenderlas. 


La tercera idea es que yo anhelaba profundamente la maternidad y esta me llegó de una forma insospechada, con la experiencia más difícil. No había podido verlo, pero la esencia de haberme reconocido como mamá hace un par de meses, me llevó a comprender este misterio: aquí estaba la maternidad que yo había pedido. Quizá no era la que yo tenía en mente, pero es que nadie me había prometido otra cosa y así es la vida, terca en todas sus formas. Yo decidí ser madre soltera y eso va a requerir (ya lo ha hecho) de toda mi valentía, mi fuerza, mi seguridad. ¿Existe una forma más contundente de mostrarme a mí misma que sí tengo esas virtudes, que pasar por la experiencia del duelo? No lo creo.

Este Día de la Madre, el primero, el segundo o el tercero, fue difícil y doloroso. Quería reclamar tantas cosas al final del día y solo me salían lágrimas de ausencia, de dolor, de rabia. Pero al día siguiente recompuse las ideas y vi mi propio regalo: reconocer que era una mamá verdadera y completa, que realmente había empezado a formar ya mi propia familia. En ella estamos la Mamá Tejedora 🕷, el Lucerito 🌟y mis pollitos🐣 arcoiris 🌈que están por venir. Somos una familia extraña, lo sé, pero ya nos amamos mucho y eso nos basta. Tenemos por delante muchos años para celebrar.

¡Feliz Día de la Madre para todas! Para las que conozco y las que espero conocer algún día, las que son madres hace mucho tiempo, las que acaban de serlo, las que lo serán pronto y las que sueñan con ser dentro de poco. Aquellas que tienen 1, 2, 3, 4, o más hijos, las que han adoptado como hijos suyos a sus sobrinos, sus nietos, sus hermanos, sus primos y se han hecho mamás de corazón. Las que no han han podido serlo pero la maternidad quedó en su corazón. Las que vieron partir a sus hijos hacia el cielo. Las que han sido madres a pesar de tener todo en contra y las que han pasado momentos difíciles. A todas les deseo que la madre tierra y la sabiduría de todas las madres y abuelas que vivieron antes de nosotras les regalen amor, paciencia, fuerza, valentía y ternura para seguir haciendo que la vida sea posible.

martes, 26 de marzo de 2019

Despacito: los tiempos de la maternidad

Despacito: 
los tiempos de la maternidad

Por favor no me pidas que vaya más rápido con mi maternidad. Tampoco me pidas que vaya más lento. Voy a mi velocidad, a la que necesito ir. En mi camino de búsqueda de la maternidad y en mi duelo, el ritmo lo marco yo. Nadie más. Sé que a veces parezco un huracán y a veces un lago quieto, pero así es el proceso: no puedo anticiparlo ni cambiarlo.

Por favor no me pidas que deje de pensar en mi deseo de ser madre o de hablar sobre los/las hijo/as que perdí. No me digas que esos temas no pueden o no deben ser el centro de mi vida. Para algunos, la vida gira en torno al trabajo, la empresa, el fútbol, la música, el dinero, el ambiente, la política... Para mí, el motor de mi vida presente es mi maternidad y creo que está muy bien que lo sea, es mi derecho, como es el de otras mujeres decidir que no lo quieren así.


Cundo emprendí el camino de la maternidad, creí que sería más sencillo, que no habría tantos tropiezos. Recuerdo que al empezar a hablar con mis amigas sobre mi sueño de ser madre, hacíamos cuentas automáticamente y suponíamos que en 9 meses yo tendría a mi bebé, y ensoñábamos sobre ese supuesto. Desde hace 4 años, hago mis planes sobre esa idea: dentro de # meses tendré a mi bebé.

Pero los planes cambian y los retos aparecen uno tras otros: diagnósticos complicados, dificultades con los donantes, desempleo, abortos espontáneos, crisis personales, etc. Es como una carrera de obstáculos interminable. Los días, las semanas, los meses y los años pasan. El reloj biológico apremia, el corazón también, el útero se siente vacío. La gente pregunta para cuándo, yo me pregunto para cuándo. Soñar y hacer planes deja de ser suficiente, hablarlo es poco para lo que duele. Al final, es que yo no pedí que este libro viniera en otro idioma ni con las páginas en desorden, pero fue el que me llegó y ahora voy a leerlo a mi propio ritmo.


Hace tiempo llegó a mí este texto y desde entonces lo comparto con quienes me preguntan por los tiempos de la maternidad, esos que son tan misteriosos, tan poco claros de labios para afuera, tan íntimos y a la vez tan demandantes de empatía:


Preocúpate de tu propio útero
Nadirah Angail

En alguna parte hay una mujer de 30 años y sin hijos. La gente le pregunta: "¿Sigues sin tener hijos?" y su respuesta varía de un día a otro, pero suele incluir sonrisas forzadas y censura. "No, aún no", contesta entre risas, intentando ahogar la frustración. "Bueno, no esperes mucho más. El tiempo corre, ya lo sabes", le aconseja la erudita de turno antes de marcharse, satisfecha consigo misma por haber compartido tal sabiduría. La erudita se va. La mujer aguanta la sonrisa. A solas, llora...
Llora porque se ha quedado embarazada cuatro veces y porque ha abortado las cuatro.
Llora porque lleva intentando quedarse embarazada desde la noche de bodas, y eso fue hace cinco años.
Llora porque su marido tiene una exmujer que sí le ha dado hijos.
Llora porque quiere probar la fecundación in vitro desesperadamente, pero no se lo puede permitir.
Llora porque ya ha probado la fecundación in vitro (en varias ocasiones) y sigue sin tener hijos.
Llora porque su mejor amiga no quiere ser su vientre de alquiler. Como ya le ha dicho, "sería muy raro".
Llora porque la medicación que está tomando impide que se quede embarazada.
Llora porque este tema es motivo de conflicto en su matrimonio.
Llora porque el médico le ha dicho que ella está bien, pero en el fondo sigue pensando que la culpa es suya.
Llora porque su marido se echa la culpa, y esa culpa hace que sea difícil vivir con él.
Llora porque sus hermanas tienen hijos.
Llora porque una de sus hermanas ni siquiera quería tener niños.
Llora porque su mejor amiga está embarazada.
Llora porque su madre le sigue preguntando que a qué está esperando.
Llora porque sus suegros quieren ser abuelos.
Llora porque sus vecinos tienen gemelos y los tratan fatal.
Llora porque hay chicas de 16 años que se quedan embarazadas sin querer.
Llora porque es una tía genial.
Llora porque ya había pensado nombres.
Llora porque en su casa hay una habitación vacía. Llora porque dentro de su cuerpo hay un vacío.
Llora porque tiene mucho que ofrecer.
Llora porque su pareja sería un gran padre.
Llora porque podría ser una gran madre, pero no lo es.

El algún lugar hay una mujer de 34 años con 5 hijos. La gente le dice: "¿Cinco? ¡Por Dios, espero que ya hayas acabado!" y se ríe... porque ese tipo de comentarios hacen gracia. La mujer también se ríe, pero no es una risa sincera. Ella cambia de tema, como hace siempre, y hace la vista gorda ante esa falta de respeto. Otro día igual. A solas, llora...
Llora porque está embarazada otra vez y siente que tiene que esconder la alegría.
Llora porque siempre quiso tener una familia numerosa y no entiende por qué a la gente parece molestarle.
Llora porque no tiene hermanos y se sintió muy sola cuando era niña.
Llora porque su abuela tuvo 12 hijos y le encantaría ser como ella.
Llora porque no puede imaginarse la vida sin sus hijos, pero la gente los concibe como un castigo.
Llora porque no quiere compasión.
Llora porque la gente asume que esto no es lo que quería.
Llora porque la gente asume que es una irresponsable.
Llora porque la gente piensa que no tiene ni voz ni voto.
Llora porque se siente incomprendida.
Llora porque está harta de tener que defender sus decisiones privadas.
Llora porque ella y su marido son perfectamente capaces de mantener a la familia, pero eso parece dar igual.
Llora porque está harta de los comentarios graciosos.
Llora porque no mete las narices en la vida de los demás.
Llora porque le gustaría que los demás no metieran las narices en su vida.
Llora porque a veces duda de sí misma y se pregunta si debería haber parado cuando tenía tres hijos.
Llora porque a la gente le falta tiempo para ayudar, pero no para criticar.
Llora porque está harta de las miradas escudriñadoras.
Llora porque no es un mono de feria.
Llora porque la gente es maleducada.
Llora porque la gente se cree con derecho a opinar de su vida privada.
Llora porque lo único que quiere es vivir en paz.

En otro lugar hay una mujer de 40 años que tiene un hijo. Y la gente le dice: "¿Solo uno? ¿Nunca has querido tener más?". "Estoy contenta con mi hijo", contesta, repitiendo la respuesta ensayada que ha tenido que dar tantas veces que ya ha perdido la cuenta. Suena bastante creíble. Nadie sospecharía que, a solas, llora...
Llora porque su único embarazo fue un milagro.
Llora porque su hijo le pide un hermanito.
Llora porque siempre quiso tener por lo menos tres.
Llora porque su segundo embarazo tuvo que ser interrumpido para no arriesgar su propia vida.
Llora porque el médico le advierte de que otro embarazo sería "de alto riesgo".
Llora porque ya le cuesta cuidar del único hijo que tiene.
Llora porque a veces uno pesa como dos.
Llora porque a su marido ni se le ha pasado por la cabeza tener otro.
Llora porque su marido murió y no ha vuelto a encontrar el amor.
Llora porque su familia piensa que con uno es suficiente.
Llora porque está centrada en su carrera y no puede permitirse quedarse rezagada.
Llora porque se siente egoísta.
Llora porque aún no ha perdido el peso que ganó durante el primer embarazo.
Llora porque la depresión posparto fue muy intensa.
Llora porque no quiere ni pensar en tener que volver a pasar por eso.
Llora porque tiene problemas físicos y el embarazo solo los acentúa.
Llora porque aún lucha contra la bulimia.
Llora porque tuvo que someterse a una histerectomía.
Llora porque quiere tener otro hijo, pero no puede.

Estas mujeres están por todas partes. Son nuestras vecinas, nuestras amigas, nuestras hermanas, nuestras compañeras de trabajo, nuestras primas. Nuestros consejos u opiniones no les sirven para nada. Sus úteros son solo suyos. Respetémoslos.

Una versión de este post fue publicada originalmente en NadirahAngail.comEste post fue publicado con anterioridad en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero.

sábado, 9 de marzo de 2019

Homenaje a la maternidad difícil

Homenaje a la maternidad difícil

Hace unos días tuve un sueño en el cual estaba sentada, sobre mi cama, con un bebé en mis brazos (hasta ahí, un sueño precioso). Pero en esa escena del sueño yo tenía muchísimo dolor en todo el cuerpo y me sentía realmente triste, no podía dejar de llorar y, desde luego, el bebé tampoco. Me desperté y permanecí sintiendo ese dolor y esa tristeza todo el día. Durante los días siguientes le di vueltas al sueño una y otra vez, tratando de descifrar lo que significaba y sólo podía sentir que era aterrador ese escenario: ¿En qué estaba pensando yo, con mi historia de episodios depresivos y fibromialgia, cuando se me ocurrió emprender el camino de la maternidad? ¿Y en solitario? ¿Había siquiera contemplado que esa escena de mi sueño podía ser real? ¿Que podía estar en unos meses llorando de dolor y de tristeza con un bebé en brazos que lloraba pidiendo lo que su madre no podía darle?. Sí, lo había pensado, lo pienso todos los días.

Entonces vinieron a mi mente Serrat y las Nanas de la cebolla de Miguel Hernández, una de las canciones más entrañables de mi infancia, uno de mis poemas favoritos: "Una mujer morena, resuelta en luna, se derrama hilo a hilo sobre la cuna. Ríete, niño, que te tragas la luna cuando es preciso". Pensaba en esa canción y en el homenaje de Miguel Hernández a su esposa y a su hijo: a la primera por entregarse al cuidado de la cría en medio del hambre y la miseria; al segundo por sonreir y por existir, a pesar de todo. Pensaba en las miles de mujeres que han sido y que son madres en medio de las circunstancias más difíciles: las que cruzan fronteras y son perseguidas por buscar un futuro mejor para sus hijos; las que soportan enfermedades terribles pero resisten hasta último momento al lado de sus retoños; las que prefieren morir de hambre, de un disparo, de dolor, de frío, de vergüenza, antes que ver sufrir a los que aman.


Y estos meses, acompañando y dejándome acompañar por otras mujeres que, como yo, han perdido a sus hijos durante la gestación o recién nacidos, leyendo sus historias o escuchándolas frente a mí, pensaba en el valor de estas madres, en el mío propio también (un poco). He leído estas crónicas de madres que pierden 1, o 3, o 6  embarazos y siguen intentándolo. He escuchado a las que pierden a un hijo que solo pueden acunar por unos pocos minutos o días, o que han tenido que dar a luz sabiendo que su pequeño ya nace dormido. Conozco las historias de mujeres que pasan por procesos de reproducción asistida que tardan hasta 10 años, o que esperan un hijo en adopción por 4 o 5 años, mujeres que nunca consiguen ese anhelado embarazo. Siento todos los días sus historias y la mía y me confronta la maternidad difícil, terca, esquiva, imposible. Pienso en el dolor de tener un embarazo deseado y perderlo a los pocos días de saberlo, pienso en criar un hijo sola en un país como el mío, pienso en la amenaza del dolor crónico, pienso en la sombra de la depresión. ¿Por qué algunas mujeres lo tienen tan difícil? ¿Por qué los bebés deseados y amados se mueren? ¿Por qué hay mujeres que no quieren ser madres y quedan embarazadas y dan a luz sin mayor dificultad?: "Ser de vuelo tan alto, tan extendido, que tu carne parece cielo cernido. ¡Si yo pudiera remontarme al origen de tu carrera!

Es que se vuelve inevitable pensar cada vez que ves una mujer embarazada o con su bebé ¿Por qué ella sí puede y yo no? ¿Por qué parece tan fácil para todas menos para mí?. A mí siempre me pasaba que la maternidad de una mujer cercana me llenaba de emoción y de dicha, genuina felicidad, moría de ganas de acompañarla y de saber cada buena nueva de su proceso. Últimamente es más difícil, y no es que no me alegre, sino que la emoción es más compleja, es ambigua. Y la culpa que esos sentimientos producen es enorme. "Alondra de mi casa, ríete mucho. Es tu risa en los ojos la luz del mundo. Ríete tanto que en el alma al oírte, bata el espacio". Porque claro, en el fondo, yo no creo que ninguna mamá lo tenga fácil, no creo que la maternidad sea simple, para nadie. Pero a veces parece una cuesta demasiado empinada y el mundo se convierte en un tren sin frenos que te atropella y te hace rodar cuesta abajo. Llegas a un punto en el que te peleas con la existencia entera. 



Cuando tengo la posibilidad de estar con bebés, siempre pienso en el tipo de madre que seré si algún día tengo los míos. También pienso en sus madres, conocidas o no, en sus historias, en su llegada a este mundo. Hace unos días, estaba en una fundación a la que empecé a asistir como voluntaria de la salacuna: ayudando a alimentar, bañar, vestir, acostar, mimar a los bebés. La mayoría de ellos están en procesos de restitución de derechos o en camino de ser adoptados. Con uno de aquellos bebés en mis brazos, buscando desesperadamente refugio en mi seno que no puede sino cobijarlo, yo pensaba en la injusticia de esa escena: él era un bebé que no tenía a su madre y yo era una madre que no tenía a su bebé, sólo teníamos ese instante de profundo amor y consuelo mutuo: "Vuela niño en la doble luna del pecho. Él, triste de cebolla. Tú, satisfecho. No te derrumbes. No sepas lo que pasa ni lo que ocurre".


Mi propia búsqueda de la maternidad me ha enseñado que la maternidad no es sencilla, que no está ni cerca de la fantasía que nos han vendido los medios y la literatura, que como dice un querido amigo: "eso de que de un sólo golpe te quedas embarazada de trillizos y la siguiente escena es su primer cumpleaños, eso solamente pasa en las telenovelas". He aprendido que prepararse y que alistar el nido no siempre es suficiente, que los nidos se caen y se rompen. Que querer no siempre es poder. Mis maestras doulas nos decían siempre que había que desmontar la idea de que el embarazo y el puerperio son como nos muestran los comerciales de Huggies o de Johnson & Johnson: que no es besar colitas y hacer bombas de jabón en la tina. La maternidad es difícil, es dolorosa, es un camino de valientes. Mi homenaje es hoy para las mujeres que, contra viento y marea, persistimos en ella, para las que queremos cantar: "Es tu risa la espada más victoriosa. Vencedor de las flores y las alondras. Rival del sol. Porvenir de mis huesos y de mi amor".


Aquí va la versión de Serrat de las Nanas de la cebolla, poema de Miguel Hernández con música de Alberto Cortez:


* Las cursivas entre comillas son fragmentos de  la canción Las nanas de la cebolla

jueves, 31 de enero de 2019

La tribu y la maternidad (parte I)


La tribu y la maternidad (parte I)


"Yo no puedo sola, puedo porque estás tú, porque estamos todas, porque vamos juntas. Me cansé de los libros de superación personal, del "sí se puede". No es cierto, no puedo sola, tampoco quiero sola. Necesito red, necesito vínculos, necesito amor, necesito fuerza, nos necesito. Necesito de los ojos de mi amiga, para sentirme ligera, para sentirme una más, para sentirme parte. No quiero ser el centro, no me interesa ser el centro. Yo deseo hermandad, una danza circular, y propiciar un encuentro, de libertad, igualdad y sororidad."*

Hace días que le daba vueltas a esta entrada del blog. Quería hacer un texto que fuera hermoso, que le hiciera justicia a lo que siento y a lo que quiero expresarle a mi tribu, pero que también dejara en claro lo que pienso sobre este tema. Esta mañana, mientras revisaba las actualizaciones en los muros de quienes sigo en Facebook, me encontré con el texto que he puesto al comienzo de esta entrada.

Lo compartió una mujer a quien quiero y admiro, una antigua compañera de trabajo, interesada como yo en la maternidad y en sus posibilidades. De inmediato tuve ganas de retomar el contacto con ella  porque hace mucho tiempo que no hablamos -vive en otro país ahora- y pensé que nos debíamos muchas palabras sobre nuestros caminos. Me angustió terriblemente pensar si ella, como muchas otras mujeres que conozco, habría estado o estaba en este momento necesitando a su tribu, si me había encontrado a mí como parte de ella, si yo estaba siendo parte de la tribu de alguien.



Recordé la interpelación constante de mi amigo brujo (el único que tengo, al único que le creo): ¿Cómo estás tejiendo tu red? ¿Cuál es tu tribu? ¿Dónde y con quién la construyes?. Había pensado mucho en esa tribu estos días, tenía el tema insertado en la cabeza, en el corazón y en el vientre. Me preocupó no ser la tribu de otras mujeres, me asustó perder mi propia tribu.

Por eso quise escribir sobre este tema. Quería hacer un homenaje a la tribu que acompaña desde hace tiempo esta búsqueda de mi maternidad. Y de paso, hacer un llamado a las mujeres que se lo están pensando, para que no esperen a estar embarazadas o al posparto para buscar su tribu; nuestra especie es mamífera y necesitamos de la manada social: la tribu, la comunidad, los que nos rodean. Dicen por ahí que:


Pues les tengo noticias, no sólo en África se necesita, se necesita en todas partes; y no sólo para criarlo, se necesita para concebirlo, para gestarlo y para parirlo. Pareciera absurdo esto último que he dicho. ¿No se concibe un hijo entre dos? ¿O en una clínica? ¿No lo gesta la mamá? ¿No lo va a parir ella?. Pues no, o mejor dicho sí, pero no lo puede hacer sola. Usualmente necesita ayuda y compañía en muchos aspectos del proceso. Necesita la tribu, debería tenerla, desde que el hijo llega por primera vez a la mente y al corazón de esa madre debe tejer su nido y sostenerlo en la red que le proporciona su tribu. Yo he tenido la fortuna de tener esa tribu y agradezco a diario por eso.

Y es que cuando te piensas la maternidad en contravía de los estándares sociales (por ejemplo, ser madre soltera por elección), la tribu se debe configurar también bajo estándares diferentes. No necesariamente será tu familia porque generalmente hay resistencias allí en las primeras etapas y obviamente no tendrás pareja en este caso. En mi experiencia son los amigos y amigas quienes te acompañan, y tú decides entonces cuántos y quiénes están convocados en cada momento. Yo empecé contándole mis planes a dos o tres amigas, luego lo hablé con algunos otros amigos muy cercanos y de a poco lo fui comunicando cuando empecé la búsqueda en forma. Para el momento de mi primer embarazo, varios estaban esperando esa noticia, pero cuando ocurrió el aborto espontáneo más personas se enteraron por las circunstancias del evento. No me arrepiento nunca de haberlo hecho así, porque estoy segura de que sin esa tribu el proceso habría sido mucho más complicado y doloroso.


La tribu sirve para muchas cosas en un camino como este: por ejemplo, sirve para hablar durante horas del tema y decantar las ideas que van surgiendo, desde la primera vez que te planteas el asunto hasta que empiezas a "ir por él", sirve para sacar afuera los miedos y las frustraciones, sirve para reírse de todas las cosas que pueden ocurrir en el camino (créanme, buscar un donante puede tener infinitas situaciones incómodas, divertidas, memorables, aburridas, etc.).

Las personas de la tribu han tenido muchos roles en mi proceso de convertirme en mamá: algunas me ha enseñado a ser doula de mí misma y me ha transmitido el regalo del yoga, otros me ha alimentado para que el cuerpo se prepare, otros me han acompañado a los controles y exámenes médicos, otras han ayudado a buscar y seleccionar el donante, otros hacen ofrendas y oraciones para que todo salga bien.

La tribu también sirve para compartir ilusiones: algunos de los momentos más dulces que he tenido han sido cuando veo a mis amigas y amigos haciendo planes sobre mi hij@: cómo quieren que se llame, la primera foto que le tomarán, el libro que quieren leerle, el juego que quieren enseñarle, etc. Ese es un bosquecito de dulzura que extraño mucho después de pasar por el aborto espontáneo, porque es que también la tribu se duele y se asusta cuando las cosas no salen bien. Yo, por ejemplo, hecho de menos que me hablen de mi hij@ y que me compartan de nuevo sus ilusiones al respecto, pero puedo entender que tienen miedo de hacerme daño y que también les duele lo que pasó. Tener una tribu es entender a los otros y también es poder decirles lo que uno necesita, mi reto ahora es lograr que podamos volver a hablar de mi hij@, a soñar con mi maternidad, a ilusionarnos a pesar del dolor.

Experimentar una pérdida gestacional sí que requiere una tribu!!! Durante el aborto y después de él necesité la mía y allí estuvo: para salir en la madrugada a urgencias, para responderme llamadas de angustia a media noche, para sentarse a llorar conmigo en el piso del baño, para prepararme un caldo o una infusión, para orar, para recordarme que mi cuerpo sí sabía como hacer el proceso, para cobijarme, para apagar la luz, para sacarme de nuevo a la calle cuando estuve lista. Desde entonces pienso mucho en la cantidad de mujeres que no tienen esa tribu en momentos así, desearía para todas las madres eso.


Ahora mismo, mientras trato de reorganizar el camino, pienso en el montón de dificultades que podría tener a futuro y en lo mucho que necesitaré de mi tribu. Pienso también en cómo ser tribu para otras mujeres que me rodean, pienso en sus propias maternidades, pienso en lo que han buscado en mí y no han encontrado pero también en lo que he podido ofrecerles con amor y dulzura. Estos días he tratado de imaginarme -intentando no entrar en pánico- las innumerables situaciones en las que necesitaré de mi tribu cuando mi hij@ por fin llegue y es entonces cuando me siento realmente lista: no porque tenga todos los escenarios y las variables bajo control, sino porque tengo a mi tribu.

Creo que no hay una fórmula para conformar esta tribu, algunas optarán por tejerla en su familia, o con sus amigos y amigas, con su pareja, también hay comunidades de madres en Facebook, en WhatsApp, en foros de internet, grupos presenciales, etc. Lo que sí sé es que las mujeres necesitamos una tribu para convertirnos en madres, necesitamos ser maternadas para poder maternar.

*Como historiadora, me gustaría que internet nos permitiera ser un poco más juiciosos para citar a los autores de las frases y de las imágenes, pero a veces es imposible saber quién las hizo, especialmente en redes sociales como Facebook, Instagram o Pinterest. Me disculpo de antemano por eso.

P.D.: Este es el libro que quiero leer sobre este tema