lunes, 29 de agosto de 2022

Era 29

Las personas hacemos asociaciones muy raras con las fechas y los eventos de nuestras vidas. Es caprichoso lo que elegimos recordar asociado a un día y un mes. También lo que olvidamos. Hoy tuve todo día la sensación de que algo pasaba, que era una fecha "particular". Pero pasaban tantas cosas que no sabía qué era eso que sentía un poco diferente.

Volví al trabajo, ¿sería entonces la sensación de recorrer los pasos de la última vez que estuve allí, en la oficina, con lo traumático de ese día que terminé en la clínica? ¿Reencontrar a las personas que vi aquel día y a las que no supe cómo pedirles ayuda? ¿O contar hoy lo que pasó y hablar de ello? Tantos días intentando llorar para desahogarme y de repente hoy brotaron las lágrimas con una facilidad que me dejó asombrada.

Pero seguía sin entender lo que pasaba más allá de las sensaciones inmediatas. Hasta que revise el calendario al final de la tarde, recorriendo hacia atrás las semanas por una intuición pequeñita. Entonces encontré el 29 de julio... Y luego el 29 de junio. 

El 29 de junio este embrión pequeñito, que llevaban 5 días creciendo en el laboratorio,  fue puesto en mi útero con tanto cuidado, amor y esperanza, que todavía recuerdo vivamente las palabras y las sensaciones de estar día. La ternura circundante, la ilusión que me desbordaba, los gestos de la doctora, de la embrióloga, de las enfermeras. A mí me parecía perfecto y precioso. Mi doctora decidió que tenía pinta rockera. Le pusimos "morita rockera" y así se llamó durante varias semanas. 


El 29 de julio, un mes después, decidí que estaba lista para dejarlo partir. Tenía un poco más de 6 semanas de gestación, pero el día anterior no habíamos encontrado saco gestacional ni embrión en la ecografía, la prueba de embarazo daba todavía un valor inferior al esperado y tampoco aumentaba como debía. No era un embarazo viable y llegaba a su fin este segundo viaje por el "planeta embarazo". Inicialmente sólo era cuestión de suspender la progesterona que lo sostenía hasta entonces y ese sería el fin (con el tiempo la historia fue otra). Pero ese mismo 28 de julio no fui capaz de suspender la progesterona, en parte porque quería sentir la ilusión una noche más, pero también porque era justamente el tercer aniversario de la pérdida gestacional anterior, el día que partió mi Lucerito en 2018. Y no podía con ambos eventos, así que postergué todo hasta el día siguiente. Al despertar el 29, me despedí de mi incipiente pancita y le puse un nombre a ese ser pequeñito que albergaba: Cielito.


Este fue mi 29 de agosto, que termino compartiendo en este texto un poquito de la historia que estos dos meses ha sido mi camino, mi lección, mi prueba. No me duele menos ahora, pero hay un poquito más de sentido en medio de todo esto.

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