domingo, 30 de julio de 2023

Miedo, tiempo y (no) hacer (nada)

Miedo, tiempo y (no) hacer (nada)


Quiero tener tiempo, no quiero tener miedo y quiero (no) hacer (nada) más. Todo se siente más confuso en estas semanas a medida que se acerca la fecha de una nueva transferencia embrionaria.


Quiero tener tiempo, pero no tiempo libre como el que se tiene un sábado en la tarde o un domingo cualquiera. Quiero tener tiempo en el día a día para procesar todo. Ni siquiera necesito varias horas, solamente quisiera tener un poco de calma en medio de las tareas interminables y vertiginosas de cada día para ocuparme con tranquilidad y sin culpas a mi "segundo trabajo": gestionar el tratamiento. Es que correr a las citas entre reuniones, pedir permisos todas las semanas, buscar medicamentos y hacer terapias en los tiempos de descanso, es agotador, es muy agotador. Por favor no me malinterpreten, agradezco a diario por mi trabajo. Pero es muy difícil. Tener conversaciones con los jefes y compañeros, incluso la sola planeación de las mismas es una tarea muy complicada, seguramente no lo parece pero en la práctica lo es. Pedir citas, autorizaciones, créditos, permisos. Justificarlos, explicarlos, planearlos. Ir a los exámenes, llamar a pedir indicaciones, cotizar medicamentos, comprarlos, organizarlos, agendarlos. Hacer terapia, yoga, ejercicio, comida saludable, tomar sol, caminar, meditar, orar, ofrendar, organizar, soñar. Todo requiere tiempo. 

Hacer un tratamiento de reproducción asistida es muy difícil, hacerlo sin un trabajo estable es imposible. Pero hacerlo intentando conciliar el trabajo es muy, muy difícil, es agotador. Si la conciliación es difícil teniendo ya al bebé en brazos, imagínense intentar conciliar con un proyecto de bebé. Los espacios laborales no están sensibilizados con este tema, no es fácil explicarlo en ningún entorno y menos en ese. Mucho menos si involucra duelos, lo cual va a pasar tarde o temprano. No he empezado el nuevo ciclo y ya estoy llena de angustia por las incapacidades, por las ausencias, por los días de reposo, por cómo haré las tareas diarias del trabajo sin ponerme en riesgo. 


No necesariamente lo saben, pero una mujer en medio de un tratamiento de estos está tomando medicación que muy seguramente le produce malestares, le da sueño, o náuseas, o dolor de cabeza; tiene que inyectarse y tomar medicamentos a horas específicas y en condiciones específicas. Por momentos necesitará ir a la clínica a diario o día de por medio. Necesita cuidados en sus desplazamientos, en su alimentación, en sus rutinas. Eso sin contar que está asustada, cansada, ilusionada, triste y feliz, preocupada, todo al tiempo. No, nuestro sistema no está preparado para conciliar eso con la productividad y, en general, los ambientes laborales no están preparados para ello: nos cuesta hablarlo, no sabemos qué hacer o decir, no pensamos que puede estar cerca.


Quiero tener tiempo, les decía, y al mismo tiempo no quiero que pase más tiempo. Quiero cerrar los ojos y abrirlos cuando esté lista en la sala de procedimientos esperando mi embrioncito. Porque en el medio sólo hay tiempos de espera en medio de días en los que no tengo tiempo para parar y llorar, o para orar, o para al menos hablar de lo que pasa. En cambio, los días se van llenando de tareas cumplidas y pendientes, de viajes muy largos de un lugar a otro, de labores del hogar. También de silencios, de conversaciones que necesitas tener con las personas que te quieren, pero nunca se encuentra el momento y al final sólo hay cansancio, silencio, soledad.


Y lo que pasa en el medio es la angustia, el miedo, la ilusión potente pero cautelosa. Miedos grandes y miedos pequeños. Miedos a que todo vaya mal (otra vez), miedo a que me pase algo (otra vez), a que le pase algo al embrión (otra vez), o luego al bebé, miedo a que algo detenga el proceso (otra vez), miedo a tener dificultades con la organización familiar que esto requiere, miedo a no poder con el trabajo mientras estoy en medio del tratamiento. Y este último miedo ni siquiera debería existir. Miedo a fallar, en cualquier ámbito, a fallarme. 

Hace poco apareció un nuevo miedo: más bien como dos angustias hermanas: la de no hacer algo y que eso hubiera podido ser lo que marcara la diferencia, y la de hacer mucho y saturarme, porque realmente ya no sé qué más hacer. Angustia de (no) hacer (nada) más. Mientras siento que no debo ni quiero tener que pensar en hacer más cosas para que "sea", pienso también que no sé qué más hacer, ni a quién más pedir y cómo ofrendar más.

Tal vez es que la búsqueda de mi maternidad me ha empujado a cuestionar todo, a temer todo, a esperar para todo. A hacer mucho pero no a no poder hacer nada (más). 



Hoy me encontré la cuenta de @fertilit-arty y sus ilustraciones, a pesar de estar en inglés, resonaron con estos sentimientos de las últimas semanas. Hoy acompaño este escrito sencillo con algunas que describen muy bien lo que siento.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario