martes, 21 de febrero de 2023

¿Hasta dónde? y ¿Por qué no?

¿Hasta dónde? y ¿Por qué no?

Estos días he leído excelentes y desgarradoras crónicas de mujeres que, como yo, están en medio de tratamientos de reproducción asistida. Me parece maravilloso que existan estas crónicas, sobre todo que existan en español y en las palabras de mujeres latinoamericanas como yo, atravesadas por realidades de este lado del mundo, incluso con todas las diferencias y los privilegios que cada una tiene en mayor o menor medida y según su contexto. Me parece maravilloso, digo, porque puedo sentirme recogida en sus palabras, porque siento que alguien más está sintiendo o ha sentido exactamente eso que yo siento, exactamente ese mismo tipo de tristeza, rabia, frustración ilusión, angustia, incertidumbre, etc. y, al ver que no soy la única, me alejo un poco de mi sensación de ser muy inadecuada, de estar mal o de haber fracasado en mi propia gestión emocional. Al mismo tiempo, me impresiona muchísimo saber que somos tantas las mujeres que atravesamos por estas dificultades, que gestionarlas es tan difícil y que el contexto laboral, familiar, político, económico, no nos está ayudando. A veces me cuestiono si esas lecturas me ayudan o me angustian más, pero esa pregunta no me la puedo responder, así que la dejo allí, dando vueltas en la cabeza como muchas otras.

Hace unos días, hablando con un amigo, me di cuenta que había dos preguntas que muchas personas de mi entorno me hacían casi en los términos: ¿hasta dónde o hasta cuándo vas a seguir? y ¿realmente es tan importante este proyecto de la maternidad como para continuar con esto?. No son preguntas menores, no en el contexto de haber pasado del simple proceso que parecía ser al comienzo al tratamiento complejo y con fallos en que estoy ahora. Al principio pensé que las preguntas me enojaban, pero creo que no es eso sino que me confrontan, me cuestionan y me ponen en un lugar muy extraño. Y no porque las preguntas sean difíciles de responder o tenga dudas, sino todo lo contrario, por la rapidez y lo obvio que me resultan las respuestas que doy. 


Desde que empecé el camino de convertirme en madre sin pareja por elección, he ido corriendo las barreras del "hasta dónde": al principio era imposible para mí pensar en la reproducción asistida, luego me parecía que no pasaría de la inseminación artificial, pero di el salto a la in vitro y pensaba que sería definitivo, pero ahora tengo un diagnóstico de fallos de implantación y abortos recurrentes que me pone de cara a un montón de pruebas diagnósticas para mí y para mis embriones, nuevas posibilidades a considerar, y por primera vez la opción de que no sea posible. Así que la respuesta a la pregunta ¿hasta dónde o hasta cuándo vas a seguir? es: "hasta que lo logre" al menos por ahora es esa, pero no sé si va a pasar, ni de qué modo ni en qué momento, por lo que cada vez corro más el límite de lo que voy a hacer para conseguirlo. 

Y sobre si ¿realmente es tan importante este proyecto de la maternidad como para continuar con esto? me pasa algo similar, la respuesta es casi la misma, pero más simple: ¿y por qué no? ¿por qué no lo sería? ¿por qué no podría serlo?. A veces siento que pertenecer a esta generación que no da por sentada la maternidad, que lucha por poderla decidir, que no la ve como único destino, ha hecho que sea difícil también ponerla como prioridad en un momento de la vida. Suena sospechoso, casi equivocado. Pero yo me cuestiono por qué, tras haber hecho lo que se supone debía hacer: estudiar una carrera, hacer dos maestrías y un doctorado (y hasta un posdoctorado), explorar diferentes trabajos que amé y que odié hasta encontrar uno que me gusta mucho y que es estable (está bien, no tengo casa, carro y finca propios pero puedo vivir sin cumplir todavía esos estándares, porque tengo un techo, me puedo movilizar por la ciudad y voy al campo cada vez que quiero hacerlo); por qué después de hacer todo lo que se supone que una mujer de mi generación y con los privilegios que tuve debería hacer, no podría elegir ahora que mi prioridad es ser madre. Es como si no fuera suficiente o si tuviera que seguir haciendo otras cosas, ascender en el trabajo, estudiar más, comprar la casa y el carro. Todo está en contra y todo es muy difícil, pero es mi momento de hacerlo y quiero luchar por el derecho a decidir que así es.


No es que esté feliz con la situación en la que me encuentro, por supuesto quisiera que fuera más sencillo, más tranquilo y más rápido (y más barato también). Pero no quiero darme por vencida ni salir de esta ruta todavía. Quiero continuar, tengo ilusión y creo que todavía hay algunas oportunidades de cumplir mi sueño, pero eso no significa que esté bien todo el tiempo y que no esté agotada, aterrada y triste también. A diario alterno la ilusión con la desilusión, la ternura con la rabia, la fuerza con la vulnerabilidad, la valentía con el miedo. Hablar sobre esto -por si se lo están preguntando a estas alturas de mi catarsis- es lo que más me ayuda, nunca sé cómo pedir ayuda y escucha, pero es lo que necesito, es el tipo de apoyo que me sirve, pero sin que implique el consejo de parar ya, porque no puede ser que la única opción sea esa. Si alguna vez te has preguntado cómo ayudarme a mí o a otra persona que está pasando por este proceso, mi consejo siempre será el mismo: de todas las formas posibles de apoyar, la más sencilla y útil es sentarse y escuchar, generalmente sin dar consejos, sin opinar, sin juzgar. Puedes acompañar la escucha de un helado, un abrazo, una caminata, un detalle para mantener la ilusión, un plan que contribuya al cuidado y al descanso, pero en principio, sólo siéntate y escucha, incluso hazlo antes de que te lo pida, porque es muy difícil hacerlo. Sé que las personas que me aprecian se preocupan por mí, yo también lo hago, créanme, también estoy muy asustada y quiero estar a salvo de los dolores y las decepciones, pero no va a ser posible en este proceso: la mayor alegría sólo es posible si sigo poniéndome en la línea de las posibilidades más tristes. Es paradójico pero es así. De eso hablan las crónicas que he leído recientemente, yo no escribo tan bonito como sus autoras, pero me siento identificada con sus palabras y estas son las que me salen a mí.









No hay comentarios.:

Publicar un comentario